LA CONJURA

martes, 6 de septiembre de 2016

LA CHICA DEL TREN


La “chica del tren”, o "la borracha del tren", adolece de profundidad, trama y riqueza en los personajes, en definitiva, carece de calidad literaria “políticamente correcta”; no es un gran libro, o al menos no es el libro del año como se publicita. Con todo, a mí ME HA GUSTADO.

A veces libros tontos te ayudan, y pasas un buen rato con ellos. Y es que una historia, por disparatada que sea, te la crees o no. Eso es lo fundamental,  (ya lo dice el premio nobel Vargas Llosa). Y YO ME LO HE CREIDO.


Así que el libro ha cumplido gran parte de su cometido. Desde luego que se puede mejorar, claro, y mucho. Frases como:

 “un escalofrío ha recorrido toda mi columna vertebral”  

suenan a cliché de novela negra de serie B. (¡Si es que existe la novela serie B!  Que yo no lo sé. Quizás sí.)


Aún así, he pasado un buen rato leyéndolo. Y no sabía quién era el asesino, hasta que la autora da la pista fundamental. Lo digo porque hay mucha gente que decía saberlo desde el principio.

Narrado en primera persona, cuenta la historia de Rachel una chica que coge todos los días el tren para simular que va al trabajo. (¡Ah! Las historias de trenes tan maravillosas).



Desde hace un tiempo la han despedido de su trabajo pero ella no lo ha dicho en casa. Es alcohólica, divorciada y emocionalmente inestable. Y está obsesionada con su ex-marido, que ha rehecho su vida y tiene un nueva mujer y un bebé. Lo acosa, es decir, le manda emails, lo llama por teléfono, y deambula por el barrio donde vive, lugar donde también se comete un crimen La policía tiene que tomar cartas en el asunto.

Y es que todos los días, al detenerse el tren en un semáforo, observa una casa donde vive una pareja, para ella idílica. Representan todo lo que Rachel no ha tenido con Tom, su “ex”. Un día la mujer desaparece. Y ella,  comienza a investigar.

El ritmo de la novela, como los viajes en tren,  es trepidante. Va al grano y no se enrolla demasiado con sueños ni con historias paralelas que no interesan ni chorradas de ese estilo. Para pasar un buen rato ¿Te parece poco?

Me comporté  de un modo estúpido, como una niña, porque no soporto sentirme rechazada. Necesito aprender a perder un poco mejor.

Sé bien lo que es sentirse hueca. Comienzo a pensar que no se puede hacer nada para arreglarlo. Eso es lo que he sacado de las sesiones de psicoanálisis: los agujeros de la vida son permanentes. Hay que crecer alrededor de ellos y amoldarse a los huecos, como las raíces de los árboles en el hormigón. Todas estas cosas las sé, pero no las digo en voz alta, ahora no.

A las mujeres todavía  se  las valora únicamente por dos cosas: su aspecto y su papel como madres. Yo no soy guapa y no puedo tener hijos. ¿En qué me convierte  eso? En alguien inútil.


No puedo echarle la culpa de todo esto a la bebida. Tampoco a mis padres, ni a mi infancia, ni que abusara de mí un tío o alguna tragedia terrible. Fue únicamente culpa mía. Yo ya bebía, siempre me había gustado el alcohol. Pero me volví más triste y, al cabo de un tiempo, la tristeza se vuelve aburrida tanto para la persona triste como para la gente que hay a su alrededor. Entonces pasé de ser una bebedora a una borracha, y no hay nada más aburrido que eso.