LA CONJURA

domingo, 28 de enero de 2018

EL REY LEAR



Lo que era un cuento popular inglés del siglo XII, Shakespeare lo amplia presentando una gran tragedia de traición, locura y desamor filial desde el punto de vista del hombre moderno, del bufón. Una historia moderna, de destrucción, donde muere hasta el apuntador.

El viejo REY LEAR desea abdicar en sus tres hijas. Acción moderna: la vida privada se impone a la pública. Las consecuencias serán terribles.
Para ello les pide pruebas de amor, así REGAN y GONERIL  le adulan y se deshacen en elogios mientras que la hija pequeña CORDELIA es sincera y le habla de un amor razonable entre padre e hija; lo que provoca la ira del rey que la deshereda y reparte su feudo entre las dos mayores.


Gustav Pope (1875)
Una vez repartida la herencia, Regan y Goneril se ven poderosas. Le dan la espalda a su padre, le niegan hospitalidad, y le niegan un séquito apropiado a su rango y otros privilegios. Son modernas.

 El viejo rey Lear se da cuenta de su error cuando ya es tarde.

Lo que él pensaba que era un poder político indivisible se convertirá en el desmembramiento de su reinado con la traición de su propia familia. Y se vuelve loco, vaga por los campos bajo una tormenta y con la sola compañía de su bufón y la del fiel conde KENT, al que no reconoce, pues ha de ir disfrazado por haber sido anteriormente desterrado por él mismo.



Las hermanas se enfrentarán más tarde en una guerra fratricida produciendo más caos y destrucción a su alrededor. Cosa muy moderna.
¡Vaya panorama! El panorama actual del mundo después de la Guerra Fría.

Por otro lado se cuenta la historia paralela del conde GLOSTER con su hijo EDGAR y el bastardo EDMUNDEste último utiliza sus artimañas para arrebatar la herencia a Edgar, legítimo heredero, traicionar a su padre y flirtear con las reinas Regan y Goneril que, a pesar de estar casadas, se disputan su favor.

El conde de Gloster es fiel al rey Lear, tienen varios puntos en común. No en vano, los dos han cometido la misma torpeza, se han dejado engañar por sus hijos malévolos y han cometido el error de desterrar al hijo que sí que los amaba. Su apoyo al rey Lear le costará  caro: le sacarán los ojos dejándolo ciego. Así es conducido por su propio hijo Edgar, también disfrazado de mendigo. De ahí la famosa frase de la época moderna:

“La plaga de este tiempo: locos guiando a ciegos”


Una gran tragedia sobre las pasiones del hombre, un clásico, que en verdad, se disfruta leyendo.

William Dyce (1851)


Bufón: Fíjate Tito.
Ten más de lo que aparentas.
Di menos de lo que sepas,
Da menos de lo que debas,
Cabalga siempre que puedas,
Aprende y no todo creas,
Guarda más de lo que juegas,
Deja el frasco y la ramera,
Echa el pestillo a la puerta
Y ganarás mucho más
Que de un golpe de azar.

Bufón: Tito, dame un huevo y te daré dos coronas.
Bufón: Bien, tras haber cortado el huevo por la mitad y habérmelo comido, las dos coronas del huevo. Cuando partiste tu corona por la mitad y regalaste ambas partes, te echaste el burro a la espalda para cruzar el fango. Te quedaba poco seso en la corona calva cuando regalaste la de oro. Si en esto hablo como lo que soy, azota al primero que lo diga.



Bufón: Me maravilla ver cuán parecidos sois tú y tus hijas. Ellas me azotarían por decir la verdad, tú me azotarías por mentir y a veces se me azota por guardar silencio. Preferiría ser cualquier otra cosa que bufón y aun así no quisiera ser tú, Tito: te has partido en dos la cabeza y no has dejado nada en el medio.



Bufón: Ahora eres un cero a la izquierda. Soy más que tú ahora: soy un bufón, tú nada eres.



Kent: ¡Desenvainad hijo de puta de peluquería! ¡Desenvainad!



Bufón: Fortuna, puta acabada, a los pobres da la espalda.


Lear: ¡Oh la necesidad razón no atiende!


Bufón: He aquí una noche que no se apiada de los sabios ni de los locos.


Kent: Aquí está, mi señor, bien, mi señor, entrad. La tiranía de la noche abierta es demasiado cruda para el hombre.

Lear: Muy duro te parece que esta hostil tormenta nos cale hasta los huesos: será para ti, pues allá donde arraiga un mal mayor, los menores apenas se perciben.

Lear: Me basta una mirada para que tiemble el súbdito. Yo perdono la vida de este hombre. ¿Cuál fue tu falta? ¿Adulterio? No morirás. ¿Morir por adulterio? No.  Lo hacen los gorriones y la mosca dorada fornica en mi presencia […] los dioses solo controlan hasta la faja, más abajo todo es del diablo.


Lear: En ropas rotas grandes vicios aparecen; en ropajes y túnicas de piel todo se esconde. Baña el pecado con una capa de oro y la lanza mortal de la justicia se quebrará sin ser notada.


Lear: Cuando nace uno llora la llegada a este gran escenario de idiotas. Es una buena pieza: astuta treta herrar una manada de caballos con fieltro. Voy a probarlo.


Edgar: ¿Qué, tristes pensamientos de nuevo? Los hombres tienen que aguantar tanto el irse como el venir. Madurar lo es todo. Vamos.


Kent: No humilléis a su fantasma; oh, dejadle pasar. Él odiaría a quien le retuviera en este potro de tortura que es el mundo.

Edgar: Nuestro es el peso de estos tristes tiempos, digamos qué sentimos, no lo que debemos. Cuánto han sufrido los más viejos. Nosotros los que ahora somos jóvenes nunca veremos tanto ni tanto viviremos.

sábado, 20 de enero de 2018

Botchan




Natsume Soseki  es un clásico moderno de la literatura japonesa. La época Meiji  (1868-1912) representa un periodo de intensa transformación cultural y social. En esta transformación  entraron en Japón la técnica, las ciencias modernas y también la novela psicológica realista, (y el estado moderno o Leviathan,- me dice mi marido, pero con la costumbre de obediencia ciega del samurái al emperador que “obligó” a EEUU a tener que tirar  dos bombas atómicas en el Japón, así de tozudos eran y son)

Soseki, un japonés de la ciudad de Tokio (pero tozudo como el japonés típico), estudia inglés y literatura inglesa, marchando a Inglaterra, donde vivirá becado para ampliar sus estudios. Soseki no es feliz durante su estancia  en Inglaterra. Los choques culturales son continuos: en cierta ocasión, invita a alguien a contemplar cómo cae la nieve—sin duda una costumbre elegante y delicada en Japón—y sólo logra que se rían de él.  Occidente le enseña a ser individualista y a no seguir las reglas. (Occidente  destruye la delicadeza oriental)

Del prólogo de “Botchan”


“El mundo poético ha cambiado mucho en estos diez años. Hoy se lee la poesía moderna recostándose cómodamente o mientras se espera el tranvía en las estaciones”.

Del libro: “Soy Un gato”




Comienzo la reseña citando el prólogo del libro y, en ella, la irrupción de mi maridito. Es fundamental cierta información de su cultura y época para entender al autor y su obra. Causa extrañeza, por ejemplo, que en su vida real los padres lo entregaran en adopción a uno de sus sirvientes cuando tenía tan sólo dos años. Qué extraña es la cultura japonesa. Qué costumbres más refinadamente bárbaras, perdón, diferentes.


Soseki, el autor, trabajó como profesor en una escuela de secundaria de principios del siglo XX, lo que le valió como experiencia para escribir esta novela, que por cierto, en lo esencial, no difiere EN NADA de la actual situación educativa en España.

Botchan, que da título al librito, es una forma cariñosa de dirigirse a un niño, significa algo así como chiquillo o niño mimado. Así lo llama Kiyo, la vieja y fiel niñera y la única que le muestra realmente afecto al protagonista, aún cuando su niño crece y ya no es siquiera un adolescente sino un joven profesor. Un joven profesor novato e incapaz de hacer frente al cinismo, ignorancia y falta de sensibilidad de sus alumnos y profesores en una remota isla del Japón.

Una historia de antihéroes, divertida y delicada…




Es posible que ya no nos volvamos a ver. Cuídate mucho—me dijo muy triste.
Las lágrimas se agolparon en sus ojos. Yo no lloré. Pero a punto estuve. Luego, cuando el tren se alejó lo bastante del andén y me imaginé que ya no podría notar mis lágrimas, saqué la cabeza por la ventanilla para mirar la estación que dejaba atrás. Kiyo todavía seguía allí de pie. Parecía muy pequeña en la distancia.


Hasta ese momento solo había tenido tiempo para pensar en matemáticas y antigüedades, y había olvidado la mera existencia de los tallarines.

Francamente, debo confesar que aunque me sobre el valor, lo que a veces me falta es algo de inteligencia.

Pero si se piensa un poco, se descubre que la mayoría de la gente, de una forma u otra, quiere que te tuerzas, que no cumplas con tu obligación. Es como si pensasen que si no lo haces no tendrás éxito en la vida. Y cuando de repente se topan con alguien bueno e inocente, deciden tratarlo como a un niño mimado, y se dedican a despreciarlo y meterse con él. ¡Sería mejor quitar las clases de ética de la escuela y dejar de decir a los niños que no se debe mentir! Es más, las mismas escuelas deberían enseñarte a mentir mejor, a desconfiar de los demás y a tomarle el pelo a la gente. ¿No sería mejor así?



Pero cuando aceptas una invitación, bien sea de un sorbete, de una taza de té o de lo que sea, lo que haces en realidad es decirle a la otra persona que le tienes respeto y que la aprecias. La gratitud que sientes en el corazón cuando aceptas una invitación, gratitud fácilmente evitable si pagas tú mismo tu parte, es una forma de devolver esa invitación con algo que va más allá del dinero, o de lo que el dinero puede comprar. Quien acepta la invitación puede ser un don nadie, pero eso da igual. Basta con que sea un ser humano libre e independiente. El hecho de que ese hombre independiente te encuentre digno de respeto y aprecio es más valioso que un millón de yenes.