LA CONJURA

sábado, 25 de marzo de 2017

DOS FLAMENCOS SINGULARES Y UN GUITARRISTA




Cartagena. Sábado por la noche en el restaurante Mare Nostrum. Un tipo muy raro para ser flamenco canta por Soleá. Es alto, mide casi dos metros, y lleva una bufanda al cuello y un pañuelo en la americana que le da un aspecto de dandy inglés. Sus modales son finos, elegantes, y camina sin prisa. Se llama Perico Pañero y es gaditano.

“Canta rancio” nos dice Ángel asombrado. “Clásico” dice mi maridito— marianista y toronjista—. Pues sí, su voz resuena a disco viejo de vinilo, con chasquidos incluidos, como de la época de Enrique el Mellizo, la Perla de Cádiz, o el Niño Gloria.

Antes de cantar, se le vio pasear por entre el público, tranquilo, algo poco habitual entre los cantaores que no se dejan ver hasta el momento mismo de la actuación. Cuando dedicó una seguiriya a su novia, que estaba entre el público, entendimos el motivo. Y no bebía alcohol, nada de whisky, ni gin tonic, ni siquiera cerveza. ¡Sólo agua!  (“agua con sal, mitad agua marina). Durante su actuación se bebió más de dos litros, y, según dijo el presentador era un hombre aún más frugal en su dieta.



En la mesa contigua a la mía, dos individuos TODAVÍA MÁS RAROS, de edad avanzada, jaleaban  y bebían toda la cerveza que podían. Se habían traído un táper con croquetas de otro bar, que no dudaron en sacar y comer con toda naturalidad, aunque tuvieron el detalle de pedirse una cerveza.

Hacían palmas, (en perfecto compás según el palo) y hablaban a gritos por encima de los demás.  Uno de ellos estaba emocionado. ¡Dios mio! ¡Es como escuchar a Enrique el Mellizo! Se levantó temblando, y se dirigió al escenario, y ante la sorpresa de los espectadores, y del cantaor, y del guitarrista también, se arrancó a bailar.

                                                                    A partir del minuto cinco salta el Bongui al tablao



¡Olé!

A mí me divertían, pero a mi amigo P. no les hacían ni chispa de gracia. Él tiene alma de científico, es un hombre de orden. Les mandó callar un par de veces aunque ellos no se dieron por aludidos, y la única vez que se percataron de nuestra presencia lo hicieron con esa SEGURIDAD que tienen aquellos que nada les afecta, sin enfadarse.

Hice mis indagaciones. El bailaor ESPONTÁNEO, resulto ser el “Bongui” conocido cantaor de Cartagena, del barrio de Santa Lucía,  que fue premio lámpara  minera. No sé si el Bongui es un buen cantaor, ni idea, (ahora buscaré en youtube) pero lo que sí tengo claro es que era, por así decir, el más flamenco de todos los que estábamos allí.

Porque el flamenco es una forma de entender el amor, la amistad, etc., en fin,  la vida. Sólo los grandes viven para el flamenco y no al revés (vivir del flamenco lo hace cualquiera).  Y el Bongui es un flamenco a todas horas del día. Su vida es flamenca.

Me cuentan que suele llevar una bandolera (de esas horteras donde se guarda el móvil) en la que lleva una lata de sardinas y un tomate, y allí, en el mismo puerto de Cartagena, con sus compadres la abre y se la comen, bebiendo una cervesita mientras se arrancan por mineras.






Mientras tanto, en el tablao, asistimos asombrados a la mutación de Perico Pañero, que en ese momento, se lanzaba por seguiriyas y arrugaba el ceño y cerraba los ojos y su rostro evolucionaba sorprendentemente de gentleman inglés a Spock, el de Star Trek.

Y luego un gran ARTISTA; así en mayúsculas: Antonio Carrión, un virtuoso de la guitarra, sevillano, y también cantaor. Yo lo había visto en anteriores ocasiones en el festival de lo Ferro. Al terminar le di la enhorabuena y quise hacerme una foto con él, a lo que el ARTISTA accedió muy amablemente.






miércoles, 15 de marzo de 2017

LA ODISEA (1ª PARTE)



I CANTO


Tras la guerra de Troya, Odiseo (Ulises) es secuestrado por Calipso en la isla de Ogigia. La ninfa se enamora de él  y le impide que regrese a Ítaca junto a su mujer Penélope y su hijo Telémaco. La diosa Atenea, la de los ojos glaucos, se apiada de Odiseo y aprovechando un largo viaje a tierras etíopes de Poseidón (sacudidor de la tierra y enemigo de Odiseo, ya se verá más adelante que Odiseo mató a su hijo Polifemo) convoca una reunión de dioses para interceder por él y le concedan la libertad.

Mientras tanto, Penélope, es cortejada contra su voluntad por varios pretendientes pues ellos creen que Odiseo ha muerto y se aprovechan de la situación, celebrando banquetes, festines y esquilmando víveres y hacienda. Entonces, Atenea, se disfraza entre los pretendientes que (banquetean) en casa de Telémaco y le aconseja que parta en una nave en busca de su padre.



¡Ay, ay! ¡Cómo le echan las culpas los mortales a los dioses! ¡Pues dicen que de nosotros proceden las desgracias cuando ellos mismos por sus propias locuras tienen desastres más allá de su destino!


II CANTO

Telémaco convoca a una asamblea a los itacenses para comunicarles que parte inmediatamente en busca de su padre. En el ágora se niegan a proporcionarle las naves que necesita y es Atenea quien disfrazada de Mentor (viejo amigo de su padre)  le consigue barco y tripulación.

Penélope da largas a sus pretendientes y les pide que aguarden sus requerimientos hasta que termine de tejer un manto. Así tejía durante el día y  destejía de noche sin que la vieran.

Si no fueras un vástago de él y de Penélope, no creo que tú acabaras con lo que ahora planteas. Desde luego son pocos los hijos que salen semejantes a sus padres; los más son más débiles y pocos son mejores que su padre.

III CANTO

Telémaco llega a Pilos y se entrevista con Néstor,  compañero de su padre en la guerra de Troya. Éste lo acoge  muy hospitalariamente junto a sus hijos, pero no tiene noticias de Odiseo y le aconseja que visite a Menelao, quizás él, que acaba de llegar de tierras lejanas, sepa algo de su padre.

Telémaco, no debe retenerte ya la vergüenza, que no eres un adolescente [...] unas cosas las pensarás por tí mismo en tu mente, y otras te las sugerirá acaso una divinidad. Porque pienso que tú no has nacido ni te criaron a espaldas de los dioses

IV CANTO

Telémaco llega a Esparta (Lacedemonia). Allí lo recibe Menelao, en su palacio. El rey de Esparta también fue compañero de Ulises durante la guerra de Troya. Su esposa es la famosa Helena (en otro tiempo secuestrada por Paris y por cuya fatal belleza se originó la guerra de Troya). Tampoco Menelao tiene noticias de Ulises.

Mientras tanto, en Ítaca los pretendientes de Penélope continúan acosándola. Enterados de la partida de Telémaco, confabulan contra él y  traman una emboscada para asesinarle a la vuelta de su viaje.

Tomad vuestra comida y regocijaos.  Luego cuando os hayáis saciado de la cena, os preguntaremos quiénes sois entre los hombres. Porque no se ha oscurecido en vosotros la estirpe de vuestros padres, sino que sois del linaje de los reyes de la divina alcurnia, de los portadores de cetro, porque tal como sois no pudieron haberos engendrado unos villanos.


Y no voy a reprochar en absoluto que se llore a aquel mortal que murió y alcanzó su destino. Éste es, en efecto, el único botín de los tristes humanos: cortarse los cabellos y derramar lágrimas por sus mejillas.

V CANTO

Asamblea de los dioses. Atenea media por Odiseo y al final deciden liberarlo. Zeus manda a su hijo Hermes de mensajero para que informe a Calipso, que acepta la decisión y ayuda a Odiseo a fabricar una balsa en la que parta. La última noche, a modo de despedida SE ACUESTAN JUNTOS.

Contestándole a ella le dijo el muy astuto Odiseo:

Diosa soberana, no te enfurezcas conmigo por eso. Sé también yo muy claro todo esto: que la prudente Penélope es inferior a ti en belleza y en figura al contemplarla cara a cara, y ella es mortal, y tú inmortal e inmune a la vejez. Pero aún así quiero y anhelo todos los días llegar a mi casa y conocer el día de regreso.

Pero Poseidón (sacudidor de la tierra y enemigo de Odiseo), vuelve de las lejanas tierras de los etíopes y sorprende a Odiseo navegando. Preso de ira, lo castiga enviándole una tormenta que le hace naufragar en tierra de los feacios.

VI CANTO

La diosa Atenea se aparece en sueños a Nausícaa, ( hija de Alcínoo, el rey de los feacios) y le sugiere que debe mantener su ajuar a punto, pues está en edad de casarse. En realidad es una treta para  que Nausícaa vaya al río a lavar su ropa, y se encuentre allí  con Odiseo.

¡Ay de mí! ¿A la tierra de qué hombres ahora he llegado? ¿Serán acaso soberbios y salvajes e ignorantes de lo justo o amantes de la hospitalidad y con un entendimiento piadoso?


VII CANTO

Odiseo llega al palacio de los feacios envuelto en una nube de niebla protectora, que le envía su benefactora Atenea. Lo reciben el rey Alcínoo y su mujer Ariete. A ellos les relata sus aventuras y su relación con la ninfa Calipso, todo ello sin revelar su nombre.

y me mimaba y me ofrecía hacerme inmortal y carente de vejez para siempre. Pero jamás llegó a persuadir mi ánimo en mi pecho.

Pero permitidme cenar ahora, aunque esté agobiado. Pues no hay nada más perro que el odioso estómago que nos fuerza acordarnos de él con urgencia, aunque uno esté muy angustiado y con pena en el ánimo. Pues yo mantengo la pena en el interior, pero él muy de continuo me incita a comer y beber y me hace olvidarme de cuanto he padecido, y a llenarlo me obliga.


 VIII CANTO

Se festeja un banquete para agasajar a Odiseo en el que canta el aedo y ciego Demódoco. En uno de los cantos relata la historia adúltera entre Afrodita y Ares. Cuenta que Hefesto, marido de Afrodita, y además cojo y patizambo y conocedor de la traición de su mujer fabrica unos lazos en la cama que retendrán a los amantes cuando se acoplen en el acto amoroso.

Así comentó, al verlos, un dios a su vecino:
No prosperan las malas acciones. Y alcanza el lento al rápido, como en este caso: Hefesto, siendo lento, atrapó a Ares, que es el más rápido de los dioses que habitan el Olimpo; siendo cojo, lo atrapó con sus artes. Ha de pagar multa por adulterio.

También se celebran juegos atléticos. Odiseo está molesto por la burla sufrida cuando le preguntan si conoce algún deporte y si lo ha practicado, pues a ellos no les parecía un atleta sino un mercader o patrón de carga. Entonces, Odiseo participa y lanza el disco, aventajando con mucho la marca de sus rivales.

Mirándole de reojo le dijo el muy artero Odiseo:
Huésped, no has hablado bien. Te pareces a un pobre insensato. Por lo visto no a todos los hombres conceden los dioses sus dones amables, no a todos la bella apostura, la inteligencia y el arte del discurso a la vez. Puede ser un hombre poco agraciado de aspecto, pero la deidad compensa su figura con sus palabras, y los otros le observan encantados, mientras él habla con tono firme y con amable decoro, y destaca entre los reunidos, y cuando va y viene por la ciudad le contemplan como a un dios.

Otro, en cambio, por su aspecto es semejante a los inmortales, pero no le rodea ni acompaña la gracia en sus palabras. Así tú tienes un aspecto muy distinguido, y un dios no lo presentaría muy distinto, pero de mente eres un botarate.

Después Demódoco canta sobre la guerra de Troya. Odiseo, al oírlo, se emociona y el rey Alcínoo,  que se da cuenta de ello le pide que confíe en él y declare su verdadera  identidad.

Porque en nada es inferior a un hermano un camarada sincero y de aguda inteligencia.

 IX  CANTO




Odiseo cuenta sus aventuras a Alcinoo. Le cuenta su historia con Circe y Calipso, las dos enamoradas que querían hacerlo su esposo.

Pero jamás ninguna llegó a convencer mi ánimo en mi pecho. Porque nada hay más dulce que la patria y los padres, ni siquiera cuando uno habita un hogar opulento bien lejos, en tierra extraña, alejado de su familia.

Sigue narrando Odiseo su llegada a la ciudad de los Cicones, allí se hicieron de un gran botín de guerra, luego zarparon para la región de los lotófagos, donde al comer la flor de loto quedó anulada la voluntad de algunos de sus soldados.

Finalmente llegaron a la tierra de los cíclopes. A Odiseo lo atrapa el cíclope Polifemo encerrándolo en su cueva junto a un grupo de sus mejores hombres. El monstruo los devora, uno a uno, y Odiseo ha de ser astuto y valiente para vencerlo. Mediante engaño y haciéndose pasar por “Nadie” lo emborracha, y después le clava una estaca ardiendo en su único ojo.

Hay allí un puerto de buen fondeadero, donde no es necesario el amarre ni echar las anclas ni anudar cables desde la popa, sino que, una vez atracados, allí se puede aguardar hasta que el ánimo de los marineros los impulse a zarpar y soplen favorables los vientos.

El sueño que todo vence, lo dominaba.

 X  CANTO

Cuando llega a la isla de Eolia lo agasajan con viandas, además de darle un saco que contenía guardados todos los vientos y así, asegurar a los navegantes un tiempo favorable.Una vez en alta mar los compañeros de Odiseo abren el saco de los vientos que escapan y desatan una gran tempestad, alejándolos de Ítaca.  Tras la aventura de la isla de los gigantes y la del caníbal Antífates,   Odiseo y sus hombres llegan a la isla de Eea, donde vive Circe.

Circe les da a beber a los compañeros de Odiseo una pócima que los convierte en cerdos.El astuto Odiseo va a rescatarlos. A él no le hace efecto la pócima de Circe puesto que previamente ha tomado, por indicación de Hermes (el de la varita o caduceo),  la planta moly, que lo protege y le sirve de antídoto. Circe se enamora de Odiseo que se queda a vivir con ella. Transcurrido un año vuelven a navegar, pero Circe les dice que antes de regresar a su patria han de pasar por el Hades (el país de los muertos)  y entrevistar al adivino Tiresias.

 XI  CANTO

Continúa Odiseo contando a Alcínoo sus aventuras. Baja al Hades (mundo de los muertos) como le indicó Circe para consultar el alma de Tiresias. El adivino le pronostica que en su periplo llegará a la isla de Trinacia donde pacen vacas y ovejas a las que no deberá hacerles daño alguno, si es que  quiere llegar a Itaca sin sufrir daños. 

En el Hades, Odiseo también se encuentra con su madre, a la había dejado con vida cuando partió de Itaca, a mujeres e hijas de héroes, a Agamenón, cuya muerte tramó Egisto con la ayuda de su propia esposa, y a otros héroes como Aquiles el Pelida y Patroclo y al alma  de su camarada Elpénor que había quedado insepulto en el patio de Circe y que le ruega regrese y lo incinere.

Y vi también a Tántalo, que sufría terribles dolores, erguido en un lago. El agua le lamía el mentón, estaba sediento y no podía llegar a beber. Pues cuantas veces se agachaba el anciano anhelando beber, tantas el agua desaparecía absorbida y a sus  pies aparecía la negra tierra. Por encima de su cabeza árboles de elevada copa extendían sus frutos, perales, granados, manzanos de brillantes pomas, higueras dulzonas y olivos en flor. Pero cuando el anciano se estiraba , para cogerlos con sus manos, el viento los arrebataba hacia las nubes sombrías.

Y ví también a Sísifo, que padecía intensos dolores, sosteniendo una enorme roca con sus dos manos. Apoyándose con manos y pies, empujaba hacia arriba en la colina el pedrusco. Mas cuando estaba a punto de coronar la cima, entonces una violenta fuerza lo derribaba hacia atrás. Y luego la impúdica piedra rodaba hasta el llano. Y él, de nuevo, volvía a transportarla con titánico esfuerzo. El sudor le brotaba y manaba de todos sus miembros, y la polvareda lo envolvía desde la cabeza a los pies.
 
 XII  CANTO




Odiseo cumple su promesa a Elpénor, regresa a la isla de Eea y quema su cadáver. Circe le advierte a Odiseo que pasarán por la tierra de las Sirenas, que hechizan a todos los humanos con su canto. Deberá tapar los oídos a sus camaradas para que sucumban a sus cánticos y él mismo atarse fuertemente al mástil del barco. Luego atravesarán el estrecho entre Escila y Caribdis. Escila es un monstruo espantoso con doce patas y seis cuellos. y Caribdis es capaz de succionar enormes cantidades de agua a modo de ciclón.


Pero ahora, diosa, dime esto sin más rodeos: ¿acaso podría escapar por un lado a la funesta Caribdis y, de otro, defenderme de Escila, cuando vaya a atacar a mis compañeros?

Así hablé, y ella, la divina entre las diosas, al punto repuso:

¡Insensato, de nuevo te empeñas en combates guerreros y porfías! ¿Ni siquiera ante dioses inmortales vas a claudicar? No es ésa una mortal, sino una fiera inmortal, terrible, atroz, salvaje e incombatible. No hay ninguna defensa posible. Lo mejor es huir de ella.

Logran salir con éxito de las anteriores aventuras hasta que llegan a la isla de Helios Hiperion donde pacen las vacas y ovejas. Pero allí, los compañeros de Odiseo no cumplen con las advertencias del adivino Tiresias, e instigados por el hambre y por los consejos de Euríloco, degollaron reses para comérselas.

En respuesta al desafuero cometido contra las vacas, desolladas y comidas en un banquete prohibido, Zeus manda la furia de un huracán que les hizo naufragar. Los compañeros de Odiseo cayeron por la borda y Odiseo fue arrastrado hasta la isla de Ogigia, junto a Calipso. Allí vivirá durante siete años.

Fin del relato de las aventuras.

sábado, 4 de marzo de 2017

UN PASEO LITERARIO POR CALLES DE MURCIA





Los edificios y (las) calles de Murcia guardan viejas historias que los muros de esta ciudad han custodiado desde tiempo atrás, a la espera de que alguien se detenga y quiera escucharlas.  Sólo hay que saber escuchar.

Paco López Mengual, que pasaba por allí, tuvo el acierto de oírlas, pues no todo el mundo es propenso a dicha cualidad y aún menos logran escribir un libro después. (Y además publicarlo)

Está claro que las radiaciones del meteorito que cayó en Molina de Segura, no sólo formó escritores sino que les avivó los cinco sentidos en una especie de paroxismo sensorial capaz de oír hasta lo que dicen  las piedras.

En cambio a Mazarrón sólo nos llegan las radiaciones de esa vulgar bomba de Palomares; siendo sus consecuencias una alergia generalizada a cualquier manifestación cultural, además de unas protuberancias sospechosas en la producción de tomates.

“En el paseo literario por (las) calles de Murcia”, las piedras hablan de las vidas de otros murcianos que tuvieron el acierto o la desdicha de vivir antes que nosotros en este mismo lugar, pasear por sus puentes y plazas, santiguarse ante hornacinas de vírgenes adornadas con flores de plástico y polvorientas, doblar pico esquinas con precaución de no topar con bandidos ni  revolucionarios que andan aprisa, a su negocio.

—Vaya, me dice JM cuando le enseño la portada del libro. Pero si ése (refiriéndose al autor) tiene una mercería en mi pueblo que se llama “Las Marujas”.

Qué curioso. QUE TIENE UNA MERCERÍA QUE SE LLAMA LAS MARUJAS. Pues la de historias que le contarán a Paco López Mengual en esa mercería. ¡Qué no habrán oído esos botones, cenéfas, esas telas de algodón y esos rollos de hilo. Es que Las Maris somos así, fuente inagotable de ocurrencias, especialistas en pegar la hebra. Y muy listas a pesar de lo que diga ese  tal Janus KORWN MIKKE. ¡Qué sabrá él!





Empieza el recorrido en la Plaza Santo Domingo, con el famoso ficus, plantado hace ciento veinticuatro años por Ricardo Codorniu, a partir de un esqueje australiano. El árbol tiene en sus raíces los restos de un refugio antiaéreo (no tenía ni idea, y eso que habré pasado por allí cuatrocientas mil veces) construido durante la guerra civil española. Tres personas han muerto ya por el impacto de sus ramas que alcanzan más de treinta metros de altura, es por eso que se construyó una gran pérgola a su alrededor.







Desconocía yo la historia del bandolero El Barbudo, una especie de Curro Jiménez pero en beato, (cosica rara) ultracatólico y conservador, de los que dirían ¡Vivan las caenas!, que luchó contra las tropas napoleónicas y se puso del lado de Fernando VII, en contra los liberales. Terminó siendo ahorcado en la plaza Santo Domingo. Su cuerpo fue mutilado (y frito), sí, sí frito, como lo oyen, para exhibirlo y evitar su descomposición.

                                                                                                 

                                                                                               
        


Es curiosa también la historia del Teatro Romea. El Ayuntamiento ofreció un terreno procedente de la desamortización de los bienes de la Iglesia para la construcción de un teatro en la ciudad, en el lugar donde antes hubo una iglesia y un cementerio. Estaban construyéndolo cuando un monje enfadadísimo les echó una maldición. Los maldijo con tres incendios que sufriría el teatro. El primero, dijo,  serviría de aviso y sin víctimas, pero en el segundo moriría una persona, y en el tercero—que ocurriría cuando hubiese lleno total—morirían todos.










Pues bien, el primero y el segundo ya han ocurrido. Y tal como predijo el monje, en el primero no murió nadie y en el segundo hubo una víctima. Pero el tercero está por venir; si bien todo parece una leyenda, la directiva del teatro evita esta maldición dejando siempre una entrada SIN vender. Así que NUNCA SE VENDE TODAS LAS ENTRADAS, y por tanto, no hay lleno total.

¡Puff! ¡Menos mal!

Dos Premios Nobel de literatura están íntimamente unidos a la ciudad de Murcia. Don José Echegaray y don Jacinto Benavente. El primero vivió en Murcia hasta los quince años. Aquí quedaron sus mejores recuerdos:


“Yo fui niño en Murcia y no he vuelto a serlo en ninguna otra parte”

“Yo puedo llamarme murciano, con gran derecho, si es que nuestra tierra es la tierra en donde desarrollamos nuestro cuerpo y formamos nuestro espíritu. No he nacido en Murcia, pero en ella me he criado, y los primeros recuerdos que tengo de mi niñez los tengo de Murcia. Aquí, para mis adentros, ¡me siento murciano! ¡muy murciano!”

“¡Cuántas cometas, estrellas y barriletes, he remontado yo en Murcia cuando chico, desde la alegre azotea o desde la hermosa huerta próxima al Malecón o desde la fábrica de Salitre! Yo remontaba cometas por jugar, porque me regocijaba ver sobre el hermoso azul del cielo murciano unos cuantos pliegos de papel con armazón de cañas, flotando en los aires y sujetos a mi voluntad por un hilo”.





El otro Nobel, don Jacinto Benavente, era nieto de un conserje murciano. Un grupo de tertulianos murcianos le sufragaron al hijo del conserje (padre de Jacinto Benavente) y que ya apuntaba maneras el zagalico por su mente preclara, los gastos universitarios para que pudiese estudiar medicina en Madrid. El domicilio de los Benavente era lugar de acogida de murcianos, y en verano, toda la familia viajaba a Murcia a pasar las vacaciones. Y aquí paseaba el pequeño Jacinto fascinado como una premonición por delante de la fachada del teatro Romea.





Escalofriante fue la ejecución de Josefa Gómez Pardo, más conocida por la Perla, acusada de envenenar a su marido y accidentalmente a una niña de trece años.  El crimen se cometió en el Hostal de la Perla , en la calle Sánchez Madrigal, cerca de la iglesia de San Bartolomé,  año 1893.



Fue una ejecución pública y CRUEL en Ronda de Garay. El público aplaudía como poseído, peor que si estuviesen en una atracción turística. Fue la última ejecución pública; el gobierno las prohibiría  poco tiempo después.




El más literario de los cafés murcianos fue el SANTOS, en su época ubicado en la esquina de la calle Sánchez Madrigal y San Bartolomé. No vayan, que ya no está.  Allí iban escritores de la talla de Miguel Espinosa (GRAN ESCRITOR DE SUSTANCIA FILOSÓFICA) y en sus mesas pasaron gran parte de su tiempo escribiendo.



Especial atención merece el capítulo de ANTONETE GÁLVEzZ, líder de la revolución cantonal.  Su historia es asombrosa, condenado dos veces a muerte logró escaparse; sin embargo, murió de muerte natural a una edad avanzada y en su casa de Torreagüera. Abanderó la revolución republicana contra Amadeo de Saboya, y cada vez eran más las ciudades y territorios que se anexionaban a su causa federalista. Llegó a controlar un vasto territorio hasta Chinchilla, durante seis meses nos declaró independientes acuñando  moneda propia, el duro cantonal. Improvisaron una bandera desde el Castillo de Galeras en Cartagena, que resultó ser turca, con luna incluida y que un tal Señorito Paco se encargó de colorear con la sangre de su brazo, pues en ese momento no disponían de pintura o colorante. 

La fragata de los cantonales era el Numancia, y cuando el estado alemán se apropió de una de las embarcaciones, Antonete, enfurecido, redactó la declaración de guerra contra Alemania, que luego rompería. Cuando las cosas se pusieron feas la estrategia de Antonete fue pedir ayuda a EEUU (tal y como hiciera después Churchill en la II Guerra Mundial), proponiendo la incorporación de Murcia como un estado más de los Estados Unidos de América. La respuesta tardó en llegar.





Y así, leyendo este libro de viajes por las calles o pasajes de Murcia, pensé que era un viaje interior para todo murciano, un relato ocurrente con una prosa amena y deslizante, como una agenda personal de la ciudad, que recogiera  nuestro propio pasado y donde nos adivinamos, quizás,  en cada una de las semblanzas y anécdotas que aquí nos describen. Porque, en definitiva, la narración de nuestra ciudad es parte de nuestra identidad narrativa. No hay otra.

¿Cuánta falta hace otro libro semejante en la milenaria ciudad de Cartagena, o lo hay ya y lo desconozco, o es que no se ha publicado? ¿Se atrevería Paco López Mengual?