LA CONJURA

domingo, 26 de noviembre de 2017

EL HÉROE DE LAS MUJERES


¿Qué quieres que te traiga? Me pregunta Mariplatónica a las tres de la madrugada desde Argentina (Aquí son las siete y pico). Y yo le contesto por wasap que cualquier cosa me viene bien,  una piedra, un pañuelo blanco de las madres de mayo, una fotografía linda, un souvenirs o una camiseta del Boca para mi marido.Lo que tú veas.


Entonces, me trajo  “El héroe de las mujeres”, un libro del gran ABC de las letras argentinas, Adolfo Bioy Casares,  y que ella sabe que a mí tanto me gusta. Es lo que tiene conocerse.




Además, por entre las páginas, encuentro una servilletita del café Tortoni. Este último detalle es importante, quizás lo que más. Tengo también de ella, por ejemplo, una cajetilla de cerillas del bar, en Nueva York, donde toca o tocaba el clarinete Woody Allen, un vaso de cristal de una terraza de Venecia, o, también, arena del Sahara, o agua del Mar Muerto.




Significa, que alguien se acuerda de tí, cuando estaba allí, lejos,  y te ha traído algo "vivo" del lugar... Ahí es ná.


El héroe de las mujeres es un libro de relatos de corte fantástico. A mí me parece que a Bioy Casares le pasa factura su amistad y colaboración con su gran amigo Borges o al revés. No sé. No se puede saber. Es una impresión mía.  Sin embargo, su destreza literaria, nos permite disfrutar sus relatos, ante todo su fino humor, elegante y culto, el gran Adolfito, el gentleman argentino, el descendiente de conquistadores, de familia de clase alta, oligarcas ganaderos.


Adolfo Bioy Casares, Victoria Ocampo y José Luis Borges



Aquí, un pequeño resumen de los argumentos de cada relato.


En “De la forma del mundo” Unos contrabandistas utilizan un túnel para su negocio, túnel que une misteriosamente Argentina con Uruguay, trasladándolos a otra dimensión espacial y que el protagonista aprovecha para visitar a una mujer.


--Ahí está lo que no entiendo. Si partimos de la premisa que la tierra es redonda…--Qué premisa ni premisa. Usted dice que es redonda porque se lo contaron, pero en realidad no sabe si es redonda, cuadrada o como su propia cara. Le prevengo: si el detalle geográfico es lo que le llama la atención, no cuente conmigo. A mis años no tengo paciencia para estupideces. Me pregunto si tomarlo de socio no habrá sido un error fatal. Un hombre como usted, que está completamente fuera de la realidad, a lo mejor se pone a ventilar mi túnel con mujeres y extraños.


En “Otra esperanza”, El director de un sanatorio transforma el dolor humano en energía eléctrica.


El empleo me atrajo por su carácter humanitario. En seguida le aviso que yo no siento particular admiración por el género humano. Prefiero los animales: por ejemplo, las vacas y los caballos, que pastan a los lados del camino. Si levantan la cabeza, cuando paso, les devuelvo el saludo. Lo que sí respeto es la caridad, porque sé que a la gente no la consultaron para traerla a una vida donde lo único cierto es el dolor; pero socorrer a los que sufren no siempre es fácil.


“Una guerra perdida” Un hombre abandona a su esposa por su amante y posteriormente por otras mujeres; todas ellas, extrañamente obsesionadas por el estudio de la formación de las dunas (médanos).


“Entonces, ¿no es tu abuelo?” pregunté, dolido. “Es mucho más que un abuelo”, replicó. “Es el padre de la fijación de médanos.” “¿Brémontier?”, inquirí en un murmullo. “Brémontier”, contestó. Le di la espalda.
En la soledad de mi escritorio, yo pensaba: “Evidentemente, el azar me echó en medio de esta racha… Hay que esperar a que pase”. O quizá, cambiando tanta mujer, como dice el tango, envejecí. Envejecer y distraerse (ya se sabe) es la  misma cosa. Durante mi distracción, el mundo cambió, se llenó de fijadoras de médanos y, por buena cara que le ponga a Mercedes, a mí el asunto me aburre. No sólo me aburre; me enoja. Si toda mujer se dedica a fijar médanos, disminuye la variedad de mujeres (pero, ¿no hay precedentes? Los filósofos, al clasificar la realidad, ¿no la empobrecieron?). En todo caso, la historia conoció muchas obsesiones no menos universales.


O “Lo desconocido atrae a la juventud”  La atracción de Luisito Coria, por el mundo de lujo del hampa, y finalmente el cuento que da título al libro, “El héroe de las mujeres” en el que se hace una expedición a una Hacienda ya derruida para constatar la existencia o no de un tigre.

Acaso en el afán de hacer gala ante Laura de una impecable imparcialidad, o meramente en el afán de ser generosos, llegaron a una situación extraña: después de un rato de alegar, cada uno se había mudado a la posición del otro, de modo que el conservador cifraba sus esperanzas en la transformación de la sociedad y el radical, en el escrupuloso respeto de la tradición.

jueves, 16 de noviembre de 2017

TIERRA DE CAMPOS






“Todos conocemos el final. Y el final no es feliz”, así empieza “Tierra de Campos” de David Trueba. La idea es que todos somos conscientes del final de la historia, nuestra historia, que es la vida; aunque desconocemos el argumento.


Mi maridito dice que no es cierto. Eso dice desde el sofá en el que se recuesta para leer filosofía. Según él, el FINAL de cada uno es de lo más distinto que pueda imaginarse, depende de la narración de nuestras vidas y cada uno tiene la suya. Conocerla en su totalidad es lo que se produce al final, por lo que el final, la narración final de cada uno, es diferente  uno de otro. Además es aparente el final de la muerte, pues la muerte es algo que ocurre a la vida justo después de la identidad personal completada de cada cual, cuando termina la narración. Y, por tanto también el final es feliz y no infeliz, es feliz pues al final completamos la identidad personal.  


Y yo le digo algo alterada mientras escribo ¿Pero es o no es cierto que al final está la muerte? ¿Cómo puede ser “eso” un final feliz? ¡Jesús! ¡Qué cosas dices! ¡En fin! Volvamos al relato.


Dani Mosca, es un músico de éxito, que emprende un viaje para enterrar a su padre en el pueblo donde nació. Durante el trayecto, el protagonista, siente el desarraigo de no pertenecer a un lugar concreto como lo es su padre. Su identidad, al contrario que su padre, le viene dada por sus convicciones culturales, por sus ideas, por el arte,  y no por un lugar geográfico. ¡Así estamos más de uno!





Aquí interviene de nuevo mi maridito con lo que a continuación transcribo: “Esto le sucede al narrador y al autor por la pérdida de la idea de nación española durante la transición. Al no ser ni vasco ni catalán no ha conseguido contarse en su vida un nomos de la tierra, unas raíces en la tierra. Tener piernas y no raíces exige la desterritorialización de la vida


En lo que nunca fracasábamos era en fracasar.


El viaje por Tierra de Campos o por Campos de Castilla, como diría el poeta, se convierte en un recorrido interior que representa los orígenes del protagonista, que reconstruye su vida, y reflexiona sobre la infancia vivida, la familia y sus inicios en la música. Trueba nos cuenta la historia sin estridencias, desde la perspectiva de lo cotidiano, como la forma de componer sus canciones que tiene mucho que ver con su relación con las mujeres o con su padre... y en cuyas anécdotas sonreímos los lectores de su generación.


Y me invadió la pereza, hablar mal de los políticos es parecido a comentar el frío cada vez que llega el invierno.


Es una novela con feedbak bien hilvanados y estructurados, con algún que otro cliché sobre la relación entre la música el sexo y la vida desenfrenada en estos ambientes. Por lo demás, muy bien.





A mi el desamor me valía, era tal mi pasión por Oliva que perderla era otra forma de quererla, de gozarla, una perversión mía, un placer oculto y malsano que me provocaba satisfacción incluso en la infelicidad más absoluta. Era otra liberación.

Cuando Gus me dijo es de esa clase de chicas que te pueden hacer sufrir mucho, lo tomé como un elogio, tantas veces nos decíamos él y yo que si una canción no podía terminar siendo un disparate vergonzante no merecía la pena comenzarla. Como todo en la vida, sólo lo que puede salir mal merece la pena intentarse.



Sus manos y las de mi padre, con aquella herida de guerra que nunca quiso aclararme si se debía a la gangrena causada por la astilla de un azadón mientras cavaba una trinchera en Tremp, versión ramplona, o la metralla de una descarga de antitanques, versión épica, me inspiraron la canción “Manos de viejo”.


Heredé su capacidad para ser amable con gente que no apreciaba. Nunca le niegues el saludo a nadie, me explicaba, no les concedas la ventaja de que sepan lo que piensas de ellos.


Cuanto peor te traten, tú sé más amable con ellos, [...] Mi padre era el mejor jefe de prensa de sí mismo. Mi trabajo es la política, decía, yo llamo de puerta en puerta, a mí no me regalan nada.


¿Me dejaría allí ducharme sin gritarme que cerrara el grifo de una maldita vez?


Es interesante aceptar sin traumas la idea de decepcionar a los demás, de no hacer lo que esperan de ti.


Pero él sabía que el oficio venía a salvarme de nuevo, que la desdicha es lo único que las personas llegamos a poseer de verdad.


Metí la ropa de mi padre en cajas de cartón y salvé alguna prenda, aquel abrigo, una visera. Deshacer la casa tuvo algo de deshacer la infancia.

Ya no guardaba en mí aquella hambre de los once años cuando quería saberlo todo. Puede que ahora ya entendiera mejor que no hay un orden, que no existe ese orden que creen los niños que lo explica todo, la disciplina moral, la consecuencia exacta de cada cosa, su significado. Hacerse adulto puede que signifique aceptar el caos o al menos aprender a convivir con él. Caos que a un niño le desasosiega y por eso inventa un mundo tan sólido como el que fabrica con su juego de bloques de construcción. Con palabras robustas como papá, mamá, familia, futuro.