LA CONJURA

lunes, 24 de agosto de 2020

MANUAL DE LITERATURA PARA CANÍBALES

 


 Manual de literatura para caníbales es, además de un compendio de dos siglos de literatura española (s. XIX y s. XX), un atípico manual, sobre literatos y sus obras, escrito con una intención desmitificadora e irreverente, que pareciera, en principio, una simple recolección de anécdotas y rumores  pero  que sorprende porque resulta ser una obra con erudición y buenas dosis de  humor, y a veces, con muy mala leche.


Rafael Reig se sirve de un protagonista generacional, una saga familiar inventada, los Belinchón, todos ellos con ínfulas literarias, para hacer un recorrido desde el romanticismo español y demás movimientos literarios  hasta nuestros días. 

Románticos, Realistas, Modernistas, Naturalistas, La Generación del 98 y la del 27, todos como en una cadena trófica, alimentándose los unos de los otros, enfrentados entre sí por  razones generacionales (Idealistas); es decir,  jóvenes contra viejos, en lugar de enfrentarse entre sí por razones Materialistas, como la Lucha de clases.

 

Rafael Reig es capaz, cualidad perdida en la omniabarcadora crónica periodística ínter náutica actual, de narrar con rigurosidad y descaro a la vez.

 

Es maestro en el difícil equilibrio entre el fervor y la insolencia, sin llegar nunca al improperio gratuito. Así tiene gracia cuando habla de Pepe Ortega o de Federico García, como él los llama, o de Camilo José Cela, premio Nobel, del que cuenta sus intrigas para alcanzar el éxito y ser el escritor de referencia en el régimen y también en la posterior restauración monárquica.

 

—Menos mal que la Academia del Nobel supo premiar antes al más grande de los poetas españoles contemporáneos: Vicente Aleixandre,—exclama mi marido,—de lo contrario el Nobel de Literatura sería como el de la Paz— añade.

 

La idea del autor—muy gramsciana en cuanto tiene de lucha para lograr la hegemonía cultural en un país que intentaba salir del erial intelectual en el que se encontraba—es que la Historia de la Literatura (Española Moderna) no es más que un bestiario, un recuento de animales feroces que se devoran unos a otros en luchas antropófagas con el fin de hacerse con el poder cultural y situarse en el centro del canon.

 

Ahora bien, hasta aquí hemos hablado de la primera parte del título, que justifica su contenido, pero ¿por qué los grandes escritores españoles iban a ser “caníbales” unos de otros y no simples plagiadores?

 

La razón es la sinrazón: porque la lucha es a muerte y personal y no sólo literaria. No sólo devoran textos como caníbales (textófagos) unos de otros, sino que  se devoran las vidas y cargos de los que están en lo alto de la fama y el poder para arrebatárselo y adquirir ellos, como caníbales, su espíritu poderoso, el espíritu de los que habían alcanzado la fama y el poder.

 

Es una historia tribal, salvaje y Rafael Reig lo relata en su novela antropológica, como si de un Marvin Harris se tratara.

 

Una pregunta fundamental que se hace el autor en medio de tal salvajismo literario es la que se hiciera Horacio en su Epístola a los Pisones, sobre las tres disyuntivas básicas por las que todo escritor tiene que tomar partido y que son:

 

*   Ars versus ingenium: (EL ARTE CONTRA EL GENIO NATURAL) o bien la literatura es un arte que se aprende como cualquier otro oficio o bien, todo lo contrario, la literatura es fruto del genio innato e individual del artista creador. ¿nace o se hace?

*   Res versus verba: EL FONDO CONTRA LA FORMA

*   Docere versus delectare: ENSEÑAR CONTRA DIVERTIR

 

 

Cualquiera respondería:

 

    Oiga usted, ¿por qué narices tengo que elegir? ¿Es que acaso no pueden ser las dos cosas a la vez?

    Pues mire, don Cualquiera, no. No puede ser—habría que decirle—. Le veo venir. Usted me dirá: el artista es el resultado de un talento natural (su ingenium), al que se añade el estudio y el aprendizaje de un ars. ¿A que sí? ¿A que le veo venir de lejos? ¿A que van por ahí los tiros?

    ¡Nos ha merengao!—dirá don Cualquiera—. Y la forma y el fondo, en realidad, son inseparables…

    Ya, ya…¡que le veo venir! Ahora añadirá usted que la literatura cumple una función social, o sea, su poquito docere; pero que al mismo tiempo persigue un placer estético, su ración de delectare. ¿A que sí?

    Corriente. Es que salta a la vista.

 Pues mire usted, ¡ni hablar! No se puede andar por ahí templando gaitas, don Cualquiera. Usted es socialdemócrata y eso lo explica todo: ni chicha ni limoná.

 

 

 

domingo, 16 de agosto de 2020

La Casa del Alfabeto

 

¿Qué estás leyendo?—le pregunté a mi hermana, economista y gran lectora y sobre todo una gran seguidora de Jussi Adler Olsen. Entonces me contó la siguiente historia:



 

Dos pilotos de la RAF son derribados mientras sobrevuelan Alemania. Consiguen escapar subiendo a un tren que lleva soldados de las SS. enfermos. En uno de los vagones tiran dos cadáveres del tren y ocupan su lugar. Así llegan camuflados a un hospital psiquiátrico para altos mandos alemanes. Para sobrevivir tienen que asumir sus identidades y simular que están enfermos y locos, sin saber si los tratamientos que reciban pondrán más en riesgo su vida...

 

— Ya, no sigas, que siempre cuentas el final.

 

Se trataba de “La casa del alfabeto”, aunque podría titularse “La casa de los locos”, dice mi marido, con su acostumbrada exactitud. Con ese argumento tan original, no tardé en comprarme el libro.

Como si fuera una película de Hitchcock, el autor, Jussi Adler-Olsen escribe una novela trepidante y psicológica ambientada en la II Guerra Mundial. Y aunque los personajes viven en el infierno más absoluto, con el terror siempre presente por si son descubiertos ya sea por los médicos o enfermeros o por otros pacientes, más oscuros y malvados, y que también simulan estar enfermos para librarse de la guerra, a pesar de todo, esta historia es también una historia de aventuras y sobre todo de amistad.

 




   ¡Sígueme!—susurró James.

   ¿Por qué no nos quedamos donde estamos?—prorrumpió Bryan al llegar al pasillo de comunicación. Casi todo el suelo estaba cubierto de vendas usadas que enrarecían el aíre y lo hacían irespirable.

   Pero ¿es que no tienes ojos en la cara, Bryan?

   ¿Qué quieres decir con eso?

   Los oficiales del vagón llevaban todos la insignia de las SS.¡Todos! ¿Qué crees que pasará si, en lugar de los enfermeros, nos descubren unos soldados de las SS?—Le dedicó una sonrisa triste a Bryan y cerró los labios. Su mirada se endureció—. Te prometo que saldremos de aquí, Bryan, ¡siempre y cuando me confíes las decisiones a mí!

 Bryan no dijo nada.

    ¿De acuerdo?—La mirada de James se volvió insistente.

   ¡De acuerdo!—Bryan intentó sonreírle.

 Un cubo lleno de instrumental cromado tintineó a sus pies. Una oscura masa líquida e indefinida se escurría por los bordes.

 Todo parecía indicar que el cometido primordial de aquel transporte era trasladar a aquellos hijos de la gran Alemania a tierras alemanas.

 

 

 

 

 

 

 

sábado, 15 de agosto de 2020

EXPEDIENTE 64

 

DE: JUSSI ADLER-OLSEN

 

Aunque hoy día Sprogo es solo uno de los puntos de apoyo del puente colgante Gran Belt, el pequeño islote danés, con su pintoresco faro, tiene un pasado sombrío.

 


“Entre 1923 y 1961, la isla de SPROGØ albergó un sanatorio para mujeres; un eufemismo para lo que en realidad era una cárcel a la que se enviaba a mujeres que padecían enfermedades mentales, prostitutas, madres solteras o jóvenes demasiado ligeras de cascos para la moralidad de la época, en un movimiento eugenésico iniciado a principios del siglo XX para evitar que genes indeseados se propagaran en la sociedad. Muchas de estas mujeres fueron encerradas en la isla durante años y sometidas a tortura disfrazadas de terapia y maltratos por parte del personal. En muchos casos, la única forma de poder salir era someterse a una esterilización forzada"


  


"Además, los método usados en Sprogo y en varias otras instituciones parecidas, no solo fueron aplaudidos en Dinamarca, sino que convirtieron al país escandinavo en un ejemplo de salud pública para el resto de Europa. Tras su cierre a principios de los años sesenta, se dejó que el horror de lo sucedido cayera en el olvido. Las víctimas, es decir, las mujeres prisioneras, sus hijos y sus familias, nunca fueron reconocidas ni compensadas de ninguna forma”

 

Mujeres de Sprogo



De nuevo el Departamento Q. En esta ocasión una historia inventada pero basada en los hechos reales que ocurrieron en la isla de Sprogo y que el autor, Jussi Adler-Olsen ha querido incluir porque quedó conmovido, desde su infancia,  por la tremenda injusticia cometida.

 

Esta serie, a la que mi esbelta hermanita CARMEN y yo seguimos con gran devoción, resulta ser de lo mejor en novela negra escandinava de los últimos años. Aunque ésta en concreto, Expediente 64,  me ha gustado algo menos,  aún así merece la pena leer la saga completa.

 

Carl Morck, jefe del departamento Q, y sus ayudantes, el sirio Assad, personaje enigmático del que apenas conocemos su historia pero extremadamente eficaz e intuitivo a la hora de resolver los casos y Rose, la secretaria con trastornos de personalidad, tienen un nuevo caso (que es también un viejo caso).

 

La investigación se centra en cinco desapariciones que se producen en la década de los ochenta y que parecen estar relacionadas entre sí, además las pesquisas parecen llevar hasta Curt Wad, un viejo ginecólogo y político de un partido de extrema derecha, con pretensiones eugenésicas. La extrema derecha es xenófoba y racista, dicho sea para los nuevos lectores que no conocieron el régimen nazi.

 

¡Ah! He visto la película, y hay gran diferencia con el libro, aunque a mi maridito le gustó más. Suele pasar…

 

 

 

 

 

 

martes, 11 de agosto de 2020

EL TIEMPO ENTRE ARMARIOS


Después de una mañana entera ordenando PAPELES he encontrado lo siguiente:

 Unos versos de mi maridito.

Si bien suele escribir poesía, éstos, en concreto, eran especiales para mí. Recuerdo perfectamente cuando los escribió. Estábamos en un restaurante, de estos populares de menús. Parecía triste. Mientras esperábamos al camarero, escribió los siguientes versos en el papel del mantel de nuestra mesa.  

 

Estos versos desaparecerán
al limpiar la mesa
¿Por qué continuarlos?

 

Entonces intervine yo, con lo que creí en ese momento ganarle la partida al tiempo y al olvido.  Recorté el poema y lo guardé.

 —Ya no desaparecerán.

Pero sí que desaparecieron perdidos en algún cajón de casa, mezclado entre otros muchos papeles, y eso que llevé ese poema muchos años guardado en mi monedero.

 

Bar Bernardo

 

Un post-it con un número de teléfono. El de un bar en el campo de Almería que hacía las mejoras migas de la comarca. Por aquella época trabajaba con Mari Platónica. Le dije que se viniera a comer pero ella  tenía que corregir cantidad de exámenes. 

 

—Cuando pase el tiempo—le dije—no recordarás ninguno de esos exámenes, sin embargo, si te vienes, quedará en tu memoria este día de migas.

 —Pues tienes razón—me dijo. Y nos fuimos a comer.

No sé si Mari Platónica recordará el bar. Yo apenas me acuerdo de un local sobrio, algo oscuro, que contaba con lo fundamental: una barra y unas cuantas mesas con manteles de plástico. Pero lo que no he olvidado fue esa conversación que mantuvimos  sentadas en un banco que había a la puerta de la sala de profesores.

Las migas estuvieron muy buenas, para mí deliciosas, la dueña del bar y también cocinera nos ofreció muy amablemente tomate y pimientos secos para acompañarlas.

 

Versos para Fosky

 

Mi gata se llamaba Fosca y su hermana Boria, los dos nombres significan lo mismo: niebla. Mi querida Fosky murió en mis brazos. A las dos las llevo en mi corazón.

Duerme Fosky
en tus brazos
duerme
y al verte llorar
lloraba
 


Un laurel

 

La hoja de un laurel que regalé a Águeda para su parterre. Le pusimos de nombre Chomsky por el lingüista y anarquista.  Guardo un recuerdo de aquél arbusto porque fue el primer regalo que le hice a Águeda cuando se compró su casa. Formaba parte de su jardín junto a otros árboles y varias tortugas moras que se escondían entre sus raíces. Hace poco le pregunté por el laurel y ya no lo tiene; por eso cuando vi la hoja olvidada en un cajón y que una vez, hace ya tiempo cogí del árbol,  la rescaté, como parte del pasado diluido en el tiempo. 


 

Una factura

 

Si mi padre hubiese tenido la oportunidad de estudiar habría hecho Geografía con total seguridad. Le encantaba saber de países, continentes, ciudades, provincias o caminos diversos… Por eso le regalé una bola de mundo que repasaba en sus ratos de ocio. Ya era mayor cuando se la compré.  Estaba jubilado. La señora de la papelería me dijo que era un buen regalo para un niño. Sí de ochenta años le contesté. Todos los días me acuerdo de él.

 


Un mechón de pelo

 

De Fox. Nuestro querido perro. Te echamos de menos. Todavía no hace un año.



 

 

 

        

EL FUEGO INVISIBLE

 



“El Fuego Invisible” es una novela tipo thriller al estilo del Código Da Vinci, una búsqueda del mito del Santo Grial por Iglesias Románicas con frontispicios en clave, textos sagrados, y campos de fuerza que encienden las conciencias.

 

Es la primera vez que leo a este autor, a Javier Sierra. Fue hace dos navidades cuando mi amigo invisible, que era mi sobrina, me regaló el libro y aunque no suele ser mi estilo o tipo de lectura que me suele gustar, al final he terminado por leerlo.

 

Timpano de la Epifanía, iglesia de San Pedro el Viejo, Huesca


El protagonista, David Salas, es un lingüista de Dublín, que está pasando unas breves vacaciones en Madrid, y que, finalmente, se ve envuelto en el asesinato de un alumno de una escuela de literatura.

 

Bueno, no se le puede negar al autor el trabajo de documentación que ha realizado tanto en el campo del arte como en el de la literatura, y sobre todo la originalidad e inteligencia de saber relacionar dicha información para escribir esta trama de intriga esotérica.

 

Ábside de San Clemente de Tahull, 1123
Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC)


Hay datos interesantes que cita el autor, como Ada Lovelace que fue la primera teórica de la informática, o Mark Twain que nació con la venida del cometa Halley y murió justo con el retorno del cometa. O que una tarde tormentosa y para exorcizar sus miedos y aburrimiento el doctor Polidori escribió la primera novela de vampiros, antes incluso del Drácula de Stoker, y Mary Shelley hizo aquella tarde lo mismo, en una especie de duelo de textos, escribiendo Frankenstein.

 

Todo esto me recuerda a lo que me decía mi maridito recordando el Principio de Lucrecio, “de la nada, nada sale o nada puede surgir, o lo que es lo mismo, que la materia ni se crea ni se destruye, sólo se transforma” y el escritor es también un transformador de materiales, ya sea al estilo vampiro que ingiere lo esencial de otros relatos para mantener el suyo siempre vivo, o, al modo Frankenstein, componiendo con partes de textos ajenos una nueva novela.

 

No es de extrañar que tras leer la dichosa novela un par de veces más llegara a la conclusión de que los escritores son una especie de oteadores de lo invisible. Su trabajo, cuando es noble, consiste en actuar de intermediarios entre este mundo y los otros.

 La vida de algunos autores confirmaron esas sospechas. Philip K. Dick, por ejemplo, no tuvo complejos en admitir que había hollado esos “otros mundos”. Edgar Allan Poe tampoco. De pronto advertí que mis autores favoritos comulgaban con esa idea. Admitían sin complejos que la dimensión invisible de la que abrevaban, lejos de ser una mera invención, era tan infinita y real como las estrellas del universo.

 

 

Si tomases un microscopio y analizases a fondo cualquiera de las cosas que nos rodean, terminarías viendo que están hechas de…¡nada! Esa nada es algo intangible, misterioso, una energía que se condensa en átomos que, a su vez, dan forma a lo que ven nuestros ojos. La materia está hecha de partículas sin cuerpo unidas por grandes, enormes espacios vacíos. Hay más “nada” que “algo” en eso que llamamos “realidad”. Si hicieras lo mismo contigo, si te analizaras bajo la lente más potente del mundo, verías que tampoco tú eres distinto a ese patrón.

 

 

 

—La clave de una vida feliz, querido David,  es que aprendas a dirigir bien tus sueños. Tu visión. Que descubras qué forma dar a esa “nada” que a la vez es “todo”.—Las palabras del abuelo sonaron muy serias—. La visión es como ese caldero mágico de los antiguos cuentos de este país que se llena por sí mismo y es capaz de colmar tu apetito y tus deseos durante toda la vida. Sólo tienes que encontrarlo y asegurarte de que nadie te lo robe. Cuando lo hagas, ése será el grial personal que te alimentará siempre.

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 10 de agosto de 2020

LA NENA


 

 

“La Nena” es el tercer libro de la escritora y/o escritor de novela negra— se desconoce la autoría, pero se sabe que existe pues no hay novela sin autor— que firma con el pseudónimo de Carmen Mola.

 

Según mi marido es evidente que el autor es un hombre de unos sesenta años y  está casado con una escritora llamada Carmen, pues el pseudónimo es revelador: “ME MOLA CARMEN”.

 

Comienza el libro con el mismo equipo de investigación, un protagonista colectivo, que en las anteriores novelas; aunque ahora se les incorpora una joven policía novata y sobrina del comisario jefe, cuya principal característica es su identidad de género voluble. Sin duda alguna, afirma mi marido, eso significa que alguna sobrina del matrimonio ha leído los borradores de la novela y aporta esa idea.

 

Esta vez, el nuevo protagonista colectivo, trata de esclarecer el paradero de la inspectora  y compañera Francisca Olmo, que desaparece justo cuando tenía que declarar en una vista importantísima en los juzgados.

 

Carmen Mola, en su línea, nos hace un relato descarnado, salvaje, de narración fluida y con detalles y secuencias de gran crudeza, más propios de la España profunda que de los tiempos que corren del covid-19. Cerdos, caníbales, deficientes mentales… siguiendo el viejo adagio contemporáneo de cuanta más sangre, más ventas, más dinero.