LA CONJURA

domingo, 10 de abril de 2022

LA AMIGA ESTUPENDA

 






La amiga estupenda” es el primer libro de una tetralogía editada por Lumen con la que se inicia la saga en la que se cuenta la historia de una gran amistad: bella y compleja a la vez, la de dos niñas, Lina y Lenú, desde el momento en que se conocen en un colegio de un barrio marginal en Nápoles hasta llegar a su madurez.


Parece que será una historia sencilla, y lo es; pero repleta de detalles complejos, de relaciones difíciles en un universo amplio de personajes a finales de los cincuenta, que parecen sacados de una película en blanco y negro del neorrealismo italiano. Me recuerda a la película “El oro de Nápoles”.


Lina es alta, desgarbada con una belleza racial y anómala, de una elegancia impropia de una niña con escasos medios que vive en un suburbio, pero inteligentísima, ella sola aprende latín y griego leyendo los libros que le prestan en la biblioteca, pero sobre todo y lo más importante, es la amiga de Lenú.


La amistad es una misma alma en dos cuerpos, decía Aristóteles. Aunque ambas eligen caminos distintos siguen manteniendo su amistad, su amor y sobre todo su admiración.


Y digo admiración, porque en mi opinión lo principal de la narración es, sin lugar a dudas, la admiración que fundamentalmente una de ellas (Lenú) siente por la otra (Lina). Las dos son inteligentes, pero Lina es más todavía, es brillante, y aunque no puede seguir estudiando, todo lo que toca se convierte en importante a ojos de Lenú, y es su estímulo y sostén, de manera, que su mundo se superpone a sus propios intereses.


Los seres humanos son culturales y racionales y si no pierden esas definitorias características en la adolescencia abismal, permanecen entonces como amigos, el resto de sus vidas.






Lila se disponía a dar un salto definitivo que la alejaría de mi vida y ya no podría seguirle el ritmo. Pero ahora me sentía bien y quería sentirme aún mejor.


Temía que en mi ausencia le ocurrieran cosas, buenas o malas. Era un temor antiguo, un temor que no había superado: el miedo de que al perderme trozos de su vida, la mía perdiera intensidad e importancia. El hecho de que no me contestara acentuaba esa preocupación. Por más que en mis cartas me esforzara en comunicarle el privilegio de los días transcurridos en Ischia, me parecía que mi rio de palabras y su silencio demostraban que mi vida era espléndida pero pobre en acontecimientos, tanto era así que me daba tiempo a escribirle a diario, mientras que la suya era negra pero plena.