LA CONJURA

lunes, 4 de diciembre de 2023

YO SÉ POR QUÉ CANTA EL PÁJARO ENJAULADO


 



Este es el primero de los siete libros autobiográficos en el que Maya Angelou relata la dura infancia de una niña negra en el sur de los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo XX. En sus primeros años de vida sufre el racismo, la segregación racial, la rigidez religiosa, y demás circunstancias dramáticas e injustas que padeció y padece la mayor parte de la población negra de Estados Unidos.


Se crió en una zona rural de Arkansas con su hermano Bailey y con su abuela que regentaba una tienda de comestibles para granjeros y algodoneros negros en el extrarradio de un pueblecito. Ante la ausencia de los padres que vivían separados, la abuela se convierte en el eje central de la educación de ambos hermanos. Posteriormente Maya Angelou y su hermano se mudan a California, viven en San Luis, y en San Francisco con sus padres, allí conocen la vertiginosa vida de la ciudad y el adelanto de la civilización.


La trayectoria de Maya Angelou es asombrosa. Trabajó de cocinera, camarera, ejerció la prostitución, fue actriz, cantante, poeta, bailarina y escritora. Finalmente tras viajar por Europa y África se convirtió en una importante figura del movimiento por los derechos civiles.


El título del libro está cogido del poema “Simpatía” de Paul Laurence Dunbar un escritor afroamericano de finales del siglo XIX.


Una pregunta surge al cerrar el libro: ¿Hay alguna escritora gitana y española que haya escrito un libro así ?



La mujer negra se ve atacada en la juventud por todas esas fuerzas comunes de la naturaleza y, al tiempo, atrapada en el triple fuego cruzado del prejuicio masculino, el ilógico odio blanco y la falta de poder de los negros.


A mí me resultaba imposible considerarlos delincuentes ni sentir otra cosa que orgullo antes sus hazañas.

Las necesidades en una sociedad determinan su ética y en los guetos negros americanos el héroe es aquel al que ofrecen solo las migas de la mesa de este país, pero con ingenio y valor consigue darse un festín de Lúculo. Por eso, el conserje que vive en un cuchitril, pero se pasea con un cadillac verdeazulino, no se granjea risas, sino admiración, y el criado que se compra zapatos de cuarenta dólares no se granjea críticas, sino reconocimiento. Sabemos que han puesto en práctica al máximo sus facultades físicas y mentas. Todo progreso particular contribuye a los progresos de la colectividad.


La Yaya se proponía enseñarnos a Bailey y a mí a utiizar en la vida los caminos seguros que su generación y ella y todos los negros que habían vivido antes habían descubierto. No le hacía gracia la idea de que se pudiera hablar a los blancos lo más mínimo sin poner en peligro la vida y, desde luego, no se les podía hablar con insolencia. De hecho, ni siquiera en su ausencia se podía hablar de ellos con demasiada dureza, salvo utilizando el apelativo “ellos”.


La Yaya abría cajas de galletas curruscantes y nosotros nos sentábamos en torno al tajo de partir carne, en la trastienda. Yo cortaba cebollas y Bailey abría dos o incluso tres latas de sardinas y dejaba que su jugo de aceite y barcas pesqueras se derramara por los lados. Eso era la cena.


No hay comentarios :

Publicar un comentario