LA CONJURA

domingo, 11 de marzo de 2012

LA REVOLUCIÓN DE LAS IDEAS II


LA REVOLUCIÓN DE LAS IDEAS II KIERKEGAARD, COMTE, JEREMY BENTHAM, JOHN STUART MILL, NIETZSCHE

Soren Kierkegaard nació y vivió toda su vida en Copenhague, la capital de Dinamarca. Estudió filosofía en Berlin con Schelling, pero nunca llegó a ser profesor. Su padre fue una persona atormentadamente religiosa que le transmitió su obsesión por la culpa, la difícil salvación y la lejanía de Dios. A pesar de su físico poco afortunado, mantuvo un largo noviazgo con la hermosa Regina Olsen.

Kierkegaard siempre fue por libre, escribiendo textos breves sumamente originales y literariamente excelentes. Mientras que Hegel basó su sistema en la necesidad y el Todo, Kierkegaard que no tuvo sistema alguno, defendió contra viento y marea la posibilidad y el individuo. Se enfrentó al respetado teólogo hegeliano Martensen, y padeció las burlas de la revista satírica El corsario que le hizo sentirse más aislado e incomprendido.

Le interesa por encima de todo ( y del Todo) el individuo concreto, el que existe y sufre, aquél para quien la verdad es algo que recibe sentido de su propia vida. También Hegel habla en su sistema de lo concreto y de la verdad, pero en realidad son meros rótulos abstractos porque para él sólo cuenta el despliegue de la razón y no la experiencia vivida.

Lo que el individuo conoce y lo que le atormenta no es la necesidad, sino la posibilidad. El tormento proviene de que junto a la posibilidad positiva está también la posibilidad de lo imposible, la posibilidad-de-que-no, la posibilidad de la nada que aniquila todo lo posible. La posibilidad depende de nuestra libertad, que debe elegir, pero también de las circunstancias de todo tipo en las que debemos elegir. Enfrentarse a ese vértigo incierto de la posibilidad nos produce angustia, el escalofrío ante el permanente “Quizá”.El lugar propio de la posibilidad es el futuro, pero no menos está presente en el pasado, porque allí donde Hegel quiere ver una necesidad racional ya cumplida, Kierkegaard sigue contemplando posibilidades que han sido pero pudieron no ser.

Para los individuos angustiados por la posibilidad se dan tres estadios de existencia:

1.- El primero es el estadio estético, en el que se vive poética y luminosamente, eligiendo siempre lo exquisito, lo excepcional y más satisfactorio. Todo lo banal, rutinario y sacrificado de la existencia es ignorado o abolido. Como viven el Don Giovanni de Mozart o el Juan que protagoniza el Diario de un seductor del propio Kierkegaard. Pero la maldición del estadio estético es el aburrimiento porque la perpetua busca de lo nuevo y excelso termina aniquilado por el hastío y la insustancialidad.

2.- El segundo estadio es el ético, sometiéndose al deber y al compromiso acatado. Se asume sin remedio la culpabilidad que encierra cada individuo en su vida, la disposición siempre pendiente al mal que sólo el acatamiento a la ley nos permite aplazar.

3.- De aquí la posibilidad (no certeza ni necesidad) de un tercer estadio, el religioso. En él se puede ir más allá del deber y de la ley moral, dando el salto hacia lo que escapa a toda razón y necesidad pero puede salvar eternamente nuestra individualidad.


Kierkegaard en su libro “Temor y temblor” cuenta el caso de Abraham al que Jehová, ordena el sacrificio de su hijo Isaac. Se trata de la violación de la ética en nombre de la fe que el patriarca acepta con angustia. Se desafían las normas morales en busca de algo superior a la ética misma. Creer más allá de la lógica para acabar con todo temor y toda culpa. Ésta es según Kierkegaard la función de la fe en un Dios infinitamente extraño al que no podemos comprender con la razón pero que puede salvarnos de la angustia a través de la sinceridad de la angustia misma con que lo reclamamos.

Auguste Comte
era contrario al mucho leer. (Como lo oyen). Y según él no leyó ni a Hegel ni a Kant, ni a casi ninguno de los grandes filósofos, o al menos eso dijo. Nació en Montpellier y fue profesor de matemáticas en Paris. Colaboró con el socialista utópico Saint-Simon. Fundó una nueva escuela filosófica el positivismo y propuso una nueva religión social sin Dios ni seres sobrenaturales pero con diversos santos tutelares. Yo he estado con mi maridito en la iglesia positivista de la Humanidad en Paris. No pudimos entrar porque estaba cerrada, aunque en el interfono había un número de teléfono. Tampoco contestaban. “Sin duda, la Humanidad está ausente de este mundo”, dijo mi maridito.

Comte es el precursor en serio de la sociología, es decir, el estudio más o menos científico de las formas sociales.

Cada sociedad (y en cierta medida cada individuo) pasa por tres estadios:
1.- el estadio teológico: dividido a su vez en fetichismo, politeísmo y monoteísmo, en que todo lo que ocurre se atribuye a la intervención de uno o varios seres sobrenaturales.
2.-el estadio metafísico: la causa de los sucesos son fuerzas abstractas, como la voluntad o lo absoluto o la Materia.
3.- el estadio positivo: o científico, en el que los hechos observados se explican por las relaciones mutuas y las leyes de ellas derivadas. Y.

España no ha pasado del primero, dice mi maridito. Bueno, sí, ... está en el segundo.

Para Comte, el progreso social significa desarrollo del orden y del control en la sociedad. Orden y progreso.

Un nuevo catecismo positivista debe enseñar a los ciudadanos sus obligaciones; un nuevo calendario promocionará como santos de cada día a científicos, héroes y políticos, mientras que se adorará al Gran Ser—la Humanidad—así como al Gran Fetiche (el mundo) y al Gran Medio (el espacio).

Jeremy Bentham, fue pionero del utilitarismo. Se ocupó de la filosofía moral y de la filosofía del derecho, pero también fue filántropo y reformador social. Lo mismo escribía sobre el método para descubrir falacias en la argumentación de los políticos como diseñaba un nuevo tipo de cárcel más humana (el Panóptico).

La doctrina utilitarista se basa en actuar de tal modo que se consiga la mayor felicidad para el mayor número de personas.


Bentham quería convertir la moral en una ciencia exacta. Para ello había que fundarla en hechos indudables , como son el dolor y el placer.

Decir que una acción es buena equivale a señalar que nos causa placer, asegurar que es moralmente buena equivale a decir que causa placer a la mayoría y aumenta la felicidad general. Pero no resulta sencillo calcular placeres y dolores. También hay valores, como la justicia, difíciles de reducir a una cuestión de placer o dolor ¿sería justo, moralmente valioso, conseguir el bienestar de todo un país al precio de ejecutar a un inocente?

John Stuart Mill, utilitarista, de espíritu generoso y noble. Escribió el ensayo “Utilitarismo” en el que aboga por un hedonismo cualitativo según el cual debe haber una jerarquía de placeres:

“es mejor ser un hombre descontento que un cerdo satisfecho”.
(Esta frase siempre la repite mi marido cuando vamos a la capital o pasamos por delante de algún Banco…)

Aunque no fue creyente se esforzó por encontrar la utilidad social y personal de las doctrinas religiosas.

En sus reflexiones sobre economía política, Stuart Mill defiende el individualismo liberal frente a las pretensiones de los socialistas utópicos y comunistas de convertir al Estado en planificador de la economía. Aunque no niega al Estado otras funciones sociales, por ejemplo obligar a los niños a ir a alguna escuela, controlar jornadas laborales.

En el libro La servidumbre de las mujeres, obra pionera en las ideas feministas, defendió que las mujeres tuvieran idénticos derechos que los hombres y plena protección legal.

En su obra Sobre la libertad que escribió en colaboración con Harriet Taylor (su chica) y que resultó ser un libro muy bello e inteligente, reivindica la autonomía del individuo frente a la tiranía de la mayoría, y sostiene que la única razón por la que el Estado puede intervenir y coaccionar la voluntad de una persona es para evitar un perjuicio a los demás.

La función de la autoridad estatal sólo debe ser garantizar un marco de condiciones que permitan a cada cual tomas sus propias decisiones.


Friedrich Nietzsche estudió filología clásica en Bonn y Leipzig. Con sólo veinticuatro años se le ofreció una cátedra en la universidad suiza de Basilea. Allí trabó amistad con Richard Wagner, al que al principio admiró mucho y con quien tuvo una sonada ruptura. Publicó “El origen de la tragedia” que le granjeó la enemistad con sus colegas más conservadores. Debido a esto y a su mala salud dio al traste con su carrera académica: “ tuve que elegir entre ser catedrático de filología o un dios, y elegí lo segundo…”

Vivió sin lujos, de su herencia paterna. Vagabundeo por los Alpes suizos y el Norte de Italia publicando obras más que notables pero ignoradas por casi todo el mundo.

Conoció a Lou Andreas-Salomé, joven hermosa, culta y de origen finlandés, que rechazó su oferta de matrimonio para casarse con uno de sus mejores amigos.

La salud física y sobre todo mental de Nietzsche se deteriora cada vez más. Durante una estancia en Turin se abrazó llorando a un caballo extenuado por los azotes de su amo. Los últimos diez años de su vida los pasó sumido en una demencia más o menos pacífica al cuidado de su hermana Elisabeth, quién se dedicó a editar sus libros con más instinto comercial que fidelidad.

Nietzsche fue un seguidor de las doctrinas de Schopenhauer. Contempló el mundo como una realidad caótica y atroz, llena de dolor y carente de piedad, sin un sentido ni una finalidad superior y armoniosa. Darwin con El origen de las especies acaba con la superstición de que el funcionamiento de los seres naturales responde a un plan creador, en realidad, lo que predomina es una selección marcada por la supervivencia de los mejor adaptados a su medio. No hay un objetivo final, sólo el “sálvese quien pueda” en la tormenta inmisericorde de la vida.

La diferencia fundamental entre Schopenhauer y Nietzsche es que el primero no espera nada mejor que el nirvana, la aniquilación renunciativa, mientras que Nietzsche se enfrenta al dolor ateo para aceptar la vida tal cual es, absurda y trágica, con sus momentos de éxtasis glorioso y sus terribles sufrimientos.

Se trata de amar la vida. Pero el amor a la vida impone también amar sus aspectos atroces y despiadados.

Por tanto, es preciso cambiar nuestros valores morales, basta ya de recomendar resignación, humildad, sacrificio, ternura y de ensalzar al débil como si por serlo fuese “bueno”; los valores deseables son en realidad la fuerza y la audacia, la energía y el orgullo. El fuerte y el valeroso no es culpable de su afirmación vital y, por tanto, el resentimiento de quien le teme o le envidia desde su flaqueza no es fuente de mérito ni fundamento de normas morales dignas de tal nombre.

Schopenhauer había convertido la ciega voluntad en fundamento de lo real. Para Nietzsche existe en el hombre la posibilidad de la voluntad de poder, es decir, la capacidad de ir más allá de uno mismo por medio de la creación y el júbilo que a veces destruye par inventar luego mejor.

El ser humano proviene de formas inferiores como demostró Darwin, pero no es el final del camino: más allá está el superhombre, capaz de vivir gozoso sin creer en recompensas ultramundanas y también de soportar su soledad de individuo creador. El superhombre acepta el eterno retorno de cada momento, es decir, acepta que todo pasa y vuelve de modo infinito pero siempre merece ser asumido con un eterno “Sí”

Su libro más célebre Así habló Zaratustra, es una especie de poema didáctico que remeda a la Biblia y a obras religiosas orientales. Su pensamiento original y provocativo “Yo no soy un hombre, soy dinamita” están expuestos en obras de alto rango literario compuestas en forma de aforismos y breves textos.



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