"¡Tierra! ¡Tierra!" !
dijo el marinero vigía que iba en una de las carabelas al mando de Colón. Este marinero vive eternamente dentro de todos nosotros,
en cada ser humano. Así de perdido se encontraba
también Marai cuando tuvo que salir
de su Patria.
La situación en Hungría era insostenible por lo que
terminó exiliándose de Hungría en el verano del año 48. Poder tocar su "Tierra", y olerla y
saborearla era algo que le negaban los que ocuparon su Patria, donde estaba
prohibido pensar libremente, incluso
estar callado era peligroso.
"Tierra, Tierra" es la segunda parte de sus
memorias que ya inició en "Confesiones de un
burgués".
En el año 1944 el ejército alemán, y digo bien, el alemán, invade Hungría y Sandor Marai junto a su
esposa se refugia en un pueblecito a las afueras de Budapest. Cuando unos meses después, el ejército soviético se acerca a Budapest, la casa del escritor sirve como retaguardia para los soldados rusos, donde se aprovisionarán, se organizarán, y algunos, incluso, compartirán la vida con el escritor.
Sandor Marai se esfuerza en comprender el alma rusa. Hay en
los rusos algo diferente, algo que una persona de educación occidental no es capaz de comprender. Se mostraban
infantiles, a veces salvajes, otras nerviosos y tristes, siempre chocantes e
imprevisibles. "Nunca he sido capaz
de descifrar las reacciones de los rusos, eran todos distintos, complicados,
extraños e incomprensibles, como si
fueran miembros de una raza humana diferente" ah... El alma rusa.
Para los rusos la palabra "escritor" era mágica. Respetaban a los escritores con una admiración casi reverencial. Por eso Sandor Marai pudo defenderse en
aquella guerra entre aquellos soldados venidos desde tan lejos con la palabra mágica "escritor". «Está
bien porque sí tú
eres escritor, puedes decir lo que nosotros pensamos"
Los soldados rusos eran astutos, hábiles, pícaros y maliciosos y les
encantaba tomar el pelo y engañar a los occidentales. Pero
también soportaban la amenaza con
indiferencia y sin decir palabra. En una ocasión
fue testigo de como unos soldados que iban a la deriva en una barca hacia una
muerte segura, se mantuvieron sin moverse, sin gritar, sin quejarse,
impasibles.
Todo el libro es una reflexión
en blanco y negro (porque Sandor Marai sueña en blanco y negro), sobre el
proceso de bolchevización en Hungría, la constatación de que nazis y comunistas
utilizaban los mismos sistemas represivos, con la sospecha de que había algo peor que la violencia y el terror organizado, un
enemigo mucho más peligroso del cual era
imposible defenderse: la estupidez.
Porque la persona que cree en
un solo libro es siempre peligrosa: se enfrenta a los problemas de la vida sin
flexibilidad interna.
El marxismo—dice Sandor Marai— estaba basado en valiosas premisas que hace un siglo
respondía a elementos con una razonable indignación social humana, pero que había
sido trasplantado a un momento histórico totalmente distinto, con
ayuda de una ortodoxia extrema, violenta y testaruda, algo así como sí el feudalismo hubiese
influido aún después de la Revolución Francesa.
Aquellos que iban a traer la justicia social sólo trajeron nuevas forma de explotación. Se habían apoderado de la propiedad
privada, y como el comunismo considera al individuo una propiedad privada, un día empezaron a apoderarse también de los individuos.
Sandor Marai sólo le quedaba una posibilidad:
el exilio, como treinta años después, en 1977, tuvo que hacerlo la también húngara Ágnes Heller a la que recibí
para una conferencia en Alicante con mi corgi Clemente en el año 2004. Allí en el aeropuerto de Alicante
le pregunté por Sandor Marai . Ágnes Heller reconoció que fue un gran escritor pero
no era el tipo de lectura que le interesaba a la filósofa. Quizás, digo yo, porque Sandor
Marai fue el símbolo del escritor húngaro exiliado contra el comunismo, y no olvidemos que Ágnes Heller fue comunista, pero reflexiva.
Dejo aquí algunas de las reflexiones
del libro.
Una obra literaria no es
solamente lo que el escritor (y el libro) cuentan, ni tampoco su manera de
relatar, sino sobre todo la atmósfera que la
rodea. En esa atmósfera el libro
cobra vida,y sin ella se resume en un astro frío,
en un cuerpo celeste que brilla pero que no tiene alma.
Pues sabía
que cualquier rasgo de carácter distinguido
es ridículo, y que una persona
solamente puede ser verdaderamente distinguida si es capaz de reírse
de sí misma, y si la ironía
brilla por encima de la máscara que lleva.
No se puede discutir con fanáticos
y todavía menos si para
colmo son también estúpidos.
¿Quiénes
eran los proselitistas? Se podían distinguir
tres tipos característicos. En
primer lugar el proselitista creyente que tiene fe en la Idea, aunque sea
obsoleta o inhumana. En segundo lugar estaban los compañeros
de viaje cínicos y
agresivos, que no eran en absoluto idiotas pero que están
ahí porque les viene bien aunque
las ideas que defienden fuesen injustas. Y la mayoría
son aquellos que no saben, no pueden o no se atreven a quedarse solos, ya que
tienen que pertenecer a algún lugar y se apresuran
a unirse a los demás.
Exactamente igual que hoy en día. Los tontos que se lo creen, los listos que saben de qué va el asunto y la masa borrega que sigue a los demás, así que tarda en llegar a España la república democrática .
El ser humano es una
posibilidad en sí mismo. ( Pensamiento filosófico que, según mi maridito, lo acerca a
Zubiri.)
Sobre Goethe dijo que cuando
alguien empezaba a hablar de la muerte de la nación, éste
se ponía a bostezar de aburrimiento
porque sabía que lo que
estaban contándole sólo
era una serie de frases rimbombantes. Sin embargo, si se enteraba de que la
casa de al lado había ardido en un
incendio, entonces dormía mal y lleno de
preocupaciones, porque eso sí lo consideraba
una auténtica tragedia.
Leyendo a Chateaubriand cuando
en "Memorias de ultratumba" escribió:
Sin propiedad privada no existe la libertad.
La crueldad no se puede
contemplar como un fenómeno ligado a
determinada época: es un fenómeno
atemporal, situado fuera de la Historia. ¿Cuál
es la auténtica razón
de la crueldad? ¿La represión
psicológica? […]
La molécula no es cruel. ¿
Acaso la razón de la crueldad
es el pánico causado por
la conciencia de nuestra muerte? No sabemos nada, todos los seres vivos estamos
condenados a morir, somos unos condenados a muerte que vagamos en un universo
indiferente y oscuro, llamados a la vida por una casualidad ciega.
Toda su vida se resume en amor a la literatura. Querido Sándor Marai!!!
No hay comentarios :
Publicar un comentario