LA CONJURA

martes, 16 de agosto de 2016

INSTRUMENTAL

                                 


James Rhodes nos cuenta en este libro una terrible historia. Su autobiografía. Pero nos ofrece también una historia de redención a través de la música clásica.

De niño sufrió abusos sexuales por parte de un profesor de boxeo. Tenía sólo seis años y era un niño tímido e inteligente, alumno en un buen colegio, hijo de una familia de clase media-alta. A esa edad, el niño entendía que los abusos eran un castigo a su propia conducta, porque era evidente que “era malo a nivel celular” y por eso precisamente le pasaban esas cosas.

Como consecuencia de las reiteradas violaciones, James Rhodes pasó por un camino de vejaciones y torturas que lo llevaría a su propio desprecio y destrucción. Fue drogadicto, alcohólico, fumador empedernido, suicida, con estrés postraumático, síndrome de Asperger y trastorno disociativo de la personalidad, entre otras enfermedades mentales.

Muy completito el diagnóstico.

Pero la MÚSICA CURA, puede llegar a los recovecos de nuestro corazón y nuestra mente y tener un efecto positivo. Es la respuesta a aquello que no la tiene.

Schumann: Mandar luz a la oscuridad del corazón de los hombres: ése es el deber del artista.

  
Es un hecho irrefutable que la música me ha salvado la vida de una forma muy literal, y creo también que la de un montón de personas más. Ofrece compañía cuando no la hay, comprensión cuando reina el desconcierto, consuelo cuando se siente angustia, y una energía pura y sin contaminar cuando lo que queda es una cáscara vacía de destrucción y agotamiento.

A los siete años Rhodes conoció la música clásica. Este descubrimiento le produjo una verdadera conmoción que le salvó la vida. Concretamente, fue la Chacona de Bach y  al famoso y virtuoso pianista y compositor Busoni.



Cuando murió la mujer de Bach, el gran amor de su vida, compuso una pieza musical en su memoria. [] Es una puta catedral musical erigida para recordar a su mujer, la torre Eiffel de las canciones de amor. Y el punto culminante de esta partita lo constituye el último movimiento, la chacona. Quince minutos de desgarradora intensidad en la conmovedora clave de re menor.
Imaginad todo lo que os gustaría decirle a alguien a quien queréis si supierais que va a morir, hasta las cosas que no podéis expresar con palabras. Imaginad que condensarais todos esos sentimientos y emociones en las cuatro cuerdas de un violín, que los concentrarais en quince minutos llevados al límite. Imaginad que de un modo u otro descubrieses la forma de construir todo el universo de amor y dolor en que existimos, que le dieseis forma musical, que lo pusieseis negro sobre blanco y se lo regalaseis al mundo. Eso es lo que él logró, con creces, y todos los días esta pieza basta para convencerme de que en el mundo existen cosas que son más grandes y mejores que mis demonios.



El libro tiene su propia banda sonora. En cada tema o capítulo el autor nos introduce a una obra clásica, explica las características de la pieza, las del autor y su vida, el momento en que la compuso y por qué. Y lo más importante, Rhodes cuenta lo que siente ante esa composición, nos traduce la música a sus palabras, con sus emociones y logra transmitirnos su entusiasmo. Esto debería hacerlo hasta un Barenboim. “Encontremos lo que nos encanta y dejemos que nos mate” dijo  Bukowski

Algunas resultan audaces y agresivas, otras traslucen resignación y cansancio. Transmiten alternativamente heroísmo, desesperación, alegría, sensación de triunfo y de derrota. Logran que el tiempo se detenga, se acelere, retroceda.

Actualmente James Rhodes es un talentoso pianista. En sus giras, se presenta como un gran renovador de la música clásica. Hasta ahora en un recital de piano se seguía un rígido protocolo: el concertista debe ir con frac y pajarita blanca, no habla, tan sólo sube al escenario, toca y se marcha. Del público se espera que sepa lo suficiente de música clásica para “comprenderla” y se considera de mal gusto aplaudir entre los movimientos de las piezas  Qué horror, que apareciera alguien con unos vaqueros y se atreviera a aplaudir cuando no toca.

Pues bien,  en los conciertos de Rhodes no es así. Esta visión “tan elitista” de la música clásica cambia. Él se salta el protocolo. Viste como quiere, explica sus intervenciones, las características de la pieza que toca, y está en contacto con su público.



El mayor motivo del éxito de los Proms es el hecho de que en ellos no se observa una actitud engreída; no se habla en público con condescendencia; se logra transmitir que, sea cual sea tu conocimiento sobre música clásica, tu experiencia, tus filias y tus fobias, tu estilo en el vestir, tu procedencia o tu inteligencia, se te acogerá con los brazos abiertos. Si quieres aplaudir entre movimientos, no te cortes un pelo. ¿No sabes cómo se pronuncia el apellido del compositor? ¿A quién le importa? ¿No eres de los que se mueren de ganas de anunciar en voz muy fuerte y con suficiencia cómo se llama el bis que el solista ha decidido tocar? Aún mejor.

Rhodes no se queda sólo en la música. Porque él ve la música en todos sus campos, y así la extiende y la proyecta a otros ámbitos. El amor a la música le sirve para ser mejor. Mejor padre, mejor concertista, mejor amante. Entiende la música como un TODO, como el poeta que lo es las veinticuatro horas al día. “La arquitectura es música congelada” dijo Goethe

Si en este momento estás con alguien a quien quieres y ambos aspiráis a durar [] ¿A él se le ha olvidado vuestro aniversario y te has enfadado? Te equivocas al enfadarte. Cierra el pico. ¿Ella no deja de quejarse (Y bla, bla, bla) hasta que te cabreas con ella? Te equivocas. Deja de ser un imbécil. Lo que más deteriora una relación es tratar de salir ganando.
Alégrate de equivocarte. Adopta la siguiente postura: “Tengo que currármelo mogollón para compensar que siempre estoy equivocándome, a ver si ella me perdona”, y te irá de maravilla. 

Vive cada comida/excursión/conversación/paseo juntos como si fuera la primera cita con una persona a la que te mueres de ganas de impresionar. Preocúpate de la ropa que llevas, ponte nervioso al pensar si te va a quedar algo entre los dientes en la cena, lávate los bajos a fondo por si se da la remota posibilidad de que pilles cacho, lleva flores, pide la mesa más romántica del restaurante, presta atención y escucha todas las palabras que pronuncie como si tu vida dependiera de ellas.

Sé generoso. Se generoso todo el rato. Hasta que estés agotado, y luego sigue siéndolo un poco más. Cuando ella te esté sacando de quicio y te quieras tirar por la ventana, ve a prepararle un té, hazle un masaje, hazle un cunnilingus, comprale un puto diamante. Es el más asombroso de los ejercicios. Y que ni se te pase por la cabeza ponerlo en práctica esperando una recompensa o las gracias. Hazlo porque quieres a esa persona, porque es espectacular, porque la adoras y la deseas. Si todo eso no fuera cierto, no estaríais juntos. Hazlo porque en el fondo sabes que para ti es una puta suerte tener la oportunidad de salir a la calle cuando hace un frío que pela y llueve a mares para comprarle sus flores preferidas.



BANDA SONORA

Bach, Variaciones Goldberg, aria
Prokófiev, Concierto para piano nº 2, final
Schubert, Trío para piano nº 2 en mi bemol, segundo movimiento
Bach y Busoni, Chacona
Beethoven, Sonata para pianonº 32, Op.III, segundo movimiento.
Scriabin, Concierto para piano, último movimiento
Ravel, Trio para piano
Shostakóvich, Concierto para piano nº 2, segundo movimiento
Bruckner, Sinfonía nº 7, segundo movimiento
Liszt, Danza macabra
Brahms, Un réquiem alemán, primer movimiento
Mozart, Sinfonía nº 41 (Júpiter), cuarto movimiento
Chopin, Estudio en do mayor, Op. 10 nº I
Chopin, Fantasía en fa menor, Op, 49
Ravel, Concierto para piano en sol, segundo movimiento
Schumann, Variaciones Geister para piano
Schubert, Sonata nº 20, D959, segundo movimiento
Beethoven, Concierto para piano nº 5 (Emperador), segundo movimiento
Rajmáninov, Rapsodia sobre un tema de Paganini
Bach, Variaciones Golberg, aria da capo

Un libro de sufrimiento con esperanza.



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