LA CONJURA

sábado, 11 de febrero de 2012

Plenilunio

PLENILUNIO. ANTONIO MUÑOZ…MOLINA

En honor a Antonio Muñoz Molina he preparado el ambiente propicio para escribir esta reseña, todos los detalles dispuestos—como supongo le gustaría a él—en la cocina de mi casa, de grandes ventanales por los que entra a raudales el sol de una espléndida mañana de sábado, con Gladiator—mi gato—sentado a mi lado, y al fondo música de Bach en el spotify mientras tecleo en el portátil. Mi maridito que también se llama Antonio Muñoz… pero Ballesta y no Molina, se fue esta mañana a una excursión, a castillitos, unos acantilados que fueron del ejército con fortificación y cañones abandonados, y desde donde se divisa, según él porque yo lo dudo, la costa africana. Las mismas caminatas que Muñoz Molina—le digo yo—pero en diferentes escenarios, tú en el levante español y él en las calles de Niuyor y en el rio Jadson en vez del Mediterráneo.
Muñoz Molina se enrolla mucho, tanto que algunas veces desespera, pero algo tiene que cuando leo alguno de sus libros (por lo menos los leídos hasta ahora), transmite ganas de vivir, ilusión y esperanza sobre todo en las pequeñas cosas que hacemos a diario: una simple comida con un buen vino, una canción, un atardecer o amanecer, el cielo gris plomizo con persistente lluvia; es como cuando uno sale del cine después de ver una buena película (un drama o una comedia, da lo mismo) y respira profundo, y dice ¡Qué bien!. Y empiezas a pensar cuál será el próximo libro suyo que leerás.
Luego está el autor, el propio AMM, al que así llamaré de ahora en adelante para diferenciarlo del otro gran genio, mi maridito AMB, que intuyes una buena persona, lúcido en sus comentarios, un poco progre en ocasiones, pero siempre, siempre, respetuoso e incluso honesto.
Plenilunio es la historia de un inspector de policía, trasladado desde el País Vasco, que tiene que resolver el caso del asesinato de una niña, y es también la historia de su relación amorosa con Susana Grey, la maestra del pueblo. Ambos personajes fracasados en sus respectivas vidas, indiferentes a todo o casi todo, se reconocen como almas gemelas en el lento discurrir de acontecimientos anodinos del pueblo, y se unen el uno al otro como única tabla de salvación.
“Ahora descubro que no sé nada, que en realidad no me he preocupado de aprender ni de entender nada, de pronto no sé en qué se me ha ido la vida, aparte de en tener miedo y en perseguir terroristas y en beber whisky”.
Descubrimos al asesino, con su historia sórdida y miserable, y en ocasiones se le tiene lástima o asco, o ambas cosas a la vez. Y ese pueblo inconfundible, que en toda la narración me ha recordado a la eterna Mágina, con sus plazas, centro histórico, y sus estatuas de generales y toreros.
Aunque se enrolla demasiado para mi gusto, a pesar de ello, qué bien describe:
“La luz de la mañana de mayo le había herido los ojos cansados por el insomnio, le aturdía como una sonoridad muy aguda después de una noche de resaca. Haría calor en cuanto avanzara la mañana, se levantaría una niebla tenue de la tierra profundamente empapada de agua a lo largo de tantos meses y resplandecería violentamente al sol el verde fragante y limpio de los sembrados, el amarillo cegador de los jaramagos que crecían con una pujanza inusitada de vegetación selvática entre las filas de olivos y en las cunetas de la carretera.”
El primer libro que leí de AMM fue "El jinete polaco” y lo hice por la gran estima que tiene mi amigo César Cóbos a la novela y sobre todo al autor, me lo prestó, pero en mi casa se inundó el sótano donde tengo la biblioteca, entonces el jinete polaco se hinchó y relinchó y lo colgué junto a otros libros en el tendedero de la ropa; así se secó al sol.
Después he leído otros, como por ejemplo “Los secretos de Madrid” que me parece una pequeñita obra de arte. Estos últimos días mi maridito ha recibido un SMS de Michel Houellebecq donde dice que le ha gustado mucho Plenilunio.
AMB no tardará en volver, me dice por teléfono que ha hecho fotos. Yo, por mi parte, tengo la comida preparada mientras escribo estas líneas y escucho a Rocio Jurado por Alegrias.

NOTA: 7

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