LA CONJURA

lunes, 2 de septiembre de 2013

Desde Barcelona



La primera vez que fui a Barcelona me preguntaste extrañada: ¿qué vas a hacer allí?. De eso hace ya tiempo. Desde entonces, he viajado a otras ciudades, algunas sólo he ido una vez para cubrir expediente, pero a Barcelona  siempre vuelvo.

Pues bien, te contaré lo que me pasó en este último viaje.


Quería terminar de leer el librito que me había llevado a Barcelona "La personalidad literaria", y discutirlo con mi maridito en un sitio muy especial: la Plaza de Santa María, frente a la Basílica conocida como la Catedral del Mar, una de las plazas que más me gustan de Barcelona.  Así que nos dirigimos al lugar en cuestión en el barrio de Born.   Era  tarde y había llovido, no obstante, hacía calor. La plaza radiante como siempre.

Me gusta especialmente este sitio por el contraste entre lo exiguo de la plaza  y la   magnificencia del la Catedral, que se erige austera y muy sufrida sobre el resto de edificios (se construyó gracias al esfuerzo de los  Bastaixos, "pedreros" que traían la piedra desde Montjuic). Hay un bar "La vinya del senyor" que tiene un excelente vino, así que mi intención era sentarme allí, frente a la Catedral del Mar mientras tomábamos un vino blanco gallego y comentábamos el libro.

El caso es que cuando llegamos no había sitio, todas las mesas estaban ocupadas. Dimos un par de vueltas , pero nada, todo ocupado. Entonces un señor que había al fondo, nos llamó y nos invitó muy amablemente a que nos sentáramos a su mesa, que él ya se iba. Aunque no es lo normal, ni por parte de él ni de nosotros mismos aceptar la invitación de un desconocido, así lo hicimos. ¿y por qué no Águeda?

El hombre tendría unos cincuenta años largos, era amable, apenas hablaba más que para decir lo necesario, cosas concretas, quiero decir que no parecía pedante. "Me voy enseguida" "Os recomiendo el cava"  "este bar es muy conocido" ...

Era un hombre solitario  que parecía guardar un secreto y del que únicamente conocíamos que  se llamaba José Luis y era de Madrid.

Enseguida se fue. Cogió una pequeña mochila beige de piel que había dejado sobre una silla  y desapareció. Pero nosotros hemos estado hablando de él  todo el día.

 ¿Qué hacía un hombre solo tomando una copa de cava contemplando una Iglesia?.

La hipótesis de mi maridito es que venía a ver a su ex mujer, quizás esperanzado en una posible reconciliación sin éxito, o quizás una cita allí mismo, en aquél lugar, con alguien que, al final, no había acudido.

Mientras comíamos en un restaurante de la plaza real, hemos hecho todo tipo de conjeturas acerca de José Luis; un hombre poco convencional, que disfruta de los pequeños detalles y  al que quizás le gusten las motos, o viajar en tren, podría ser médico, dibujante de cómics, músico, fontanero, electricista, escritor,  pero seguro que no era  político, ni vendedor de coches, ni banquero, ni comercial, ni agente de seguros.


El caso es que después, viendo las fotos que echamos, hay un pequeño vídeo de diez segundos que hizo mi maridito al llegar  a la plaza, antes de sentarnos con José Luis, y en el que apenas imperceptiblemente sale él muy borrosamente si le das al pause,  en sólo  unas décimas de segundo.


José Luis será un enigma. ¡Cómo me hubiera gustado saber quién era!, ¡ Por qué estaba allí!. Entonces mi maridito me dijo muy acertadamente (como siempre):


-- Escribe sobre él. Un escritor es aquél que rellena lo que falta  ( a la realidad).



Bueno Águeda,  pues eso quería contarte. Besos.






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