LA CONJURA

lunes, 31 de julio de 2023

VIAJE POR MAR CON DON QUIJOTE

 




En mayo de 1934 Thomas Mann zarpa a bordo del transatlántico Voledam poniendo rumbo a New York, con él lleva como libro de lectura la segunda parte del Quijote. Confiesa el egregio autor alemán que extrañamente no ha llevado sistemáticamente a cabo la lectura del Quijote, es decir, que no se lo había leído. Bueno, él mismo lo dice: Lo bueno y lo grande necesita tiempo. También la gran literatura.


Y como inicia un viaje universal, asimismo tiene que llevar un libro universal.


Durante los diez días que dura la travesía, una pequeña orquesta ameniza la jornada mientras los pasajeros juegan al golf en cubierta. Thomas Mann prefiere leer el Quijote tumbado en la hamaca ante un cielo gris y un mar espumoso.


Dice divertirle el ingenio épico de Cervantes. “No conozco otro caso en la literatura universal en el que un héroe de novela viva de la fama de su fama”. Don Quijote y Sancho Panza salen de la narrativa en la que vivían y se mueven en carne y hueso como realidades potenciales en un mundo narrado que representa un nivel superior de la realidad. Habla de la meta-novela cervantina.


Y es que Cervantes escribe la segunda parte del Quijote en contestación a la burda copia del de Avellaneda. Con ello inventó la novela de la novela. Don Quijote es indudablemente un loco, pero no es un necio. Su locura tiene una gracia natural y aristocrática del que carece la copia de Avellaneda. Éste se limita a copiar las características más burdas del Quijote: la locura apaleada, la glotonería campesina; no poseía la ternura, la profundidad del original.


Para Thomas Mann, los discursos humanistas que Cervantes pone en boca de sus héroes son excelentes: sobre educación, poesía, o reivindicativos como el edicto injusto que condena al destierro al morisco del Ricote y por ende al conjunto de moriscos que ya se sienten españoles. Hay una disposición del autor a humillar y al mismo tiempo a ensalzar a su héroe, lo que Thomas Mann denomina: “dualidad conceptual”.


En su lectura, destaca Mann tres episodios: el capítulo de los leones, el del caballero del verde gabán, y el de los rebuznos—los dos primeros son precisamente mis preferidos.

Termina Thomas Mann este librito de viajes apuntando que la obra de Cervantes crece desde la entretenida broma satírica de su concepción hasta convertirse en un libro universal y en un símbolo de la humanidad.


Creo que por regla general las grandes obras son el resultado de intenciones modestas. La ambición no debe estar al principio, antes de la obra; ha de crecer con la obra, que quiere ser ella misma más grande de lo que el artista agradablemente sorprendido pretendía, ha de estar unida a ella y no al yo del artista.









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