LA CONJURA

miércoles, 28 de agosto de 2024

EL ARTE DE CULTIVAR LA VERDADERA AMISTAD

 

En el año 44 a.C. Cicerónel republicano que salvó a la filosofía griega de origen platónico—con sesenta años vive ya jubilado en su finca a las afueras de Roma por orden de Julio César, y allí escribe este librito sobre la amistad dedicado a su gran amigo Ático.


Escipión se quejaba de que la gente no presta la suficiente atención a la amistad. Que cualquier hijo de vecino sabe cuántas cabras tiene pero no cuántos amigos, y pone más cuidado en la selección del ganado que compra que en los amigos que elige.


Cicerón


Cicerón—amigo de Escipion—sostiene que la verdadera amistad solo puede darse entre buenas personas (no sé yo), que los tiranos y canallas se utilizarán unos a otros pero no encontrarán la verdadera amistad, pues aboga por desechar el concepto práctico de la amistad y su utilitarismo en la que se obtiene un beneficio mutuo para dedicarnos a una relación más profunda y descubrir así nuestra alma gemela.


Los amigos nos hacen mejores personas dice Cicerón (también lo dice el gran cantaor Fosforito), porque nos ayudan en la “ escarpada salida de la caverna, de los intereses materiales de la ciudad” y con ello alcanzar el bien, la verdad y la belleza. La vida sin amigos no merece la pena porque condena al ser humano a seguir “esclavo” de los intereses de los negocios de la ciudad. La amistad es el mayor lujo que un hombre pueda desear por encima de la riqueza y de las posesiones, tan solo los tiranos son capaces de vivir sin amar y ser amados.


Sólo si una mayoría de ciudadanos pueden ser amigos de la res-pública, entonces, es posible evitar la caverna, ciudad del tirano.


Dice el refrán que para tener un amigo de verdad hay que haber vaciado juntos muchos saleros,— la experiencia y el trato frecuente son esenciales—pero esto no quiere decir que no debamos cultivar amistades nuevas, al contrario, suele ocurrir que los intereses cambian y los amigos con los que jugábamos de niños no tienen por qué seguir siéndolo cuando crecemos, no hay que menospreciarlos pero el aprecio que les debemos es de diferente categoría.


Pero cuidado, porque no hay nada más destructivo para la amistad que la lisonja y el servilismo. Con frecuencia debemos más a los peores enemigos que a los falsos amigos, pues los primeros a veces dicen la verdad pero los segundos nunca. Y aunque solo un cretino cae en la trampa de un adulador descarado, hay que estar más alerta con aquellos más habilidosos y sutiles.


Según Arquitas de Tarento: “Incluso subir al cielo y contemplar la naturaleza del universo y la belleza de los astros es una experiencia amarga si no hay con quien compartirla”. La naturaleza humana no tiende a la soledad, siempre busca algún apoyo, y el más dulce de todos es un amigo querido y leal. ¿Esta reflexión de Arquitas explica el turismo masivo de este verano de 2024?



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