LA CONJURA

lunes, 7 de julio de 2014

CUENTOS

ERNEST HEMINGWAY


Me gusta tener siempre a mano un buen libro de cuentos. Se leen rápidos, te desintoxican de lecturas anteriores, y sirven de transición para otras futuras. Ahora que vengo precisamente de una boda, es como un sorbete de limón entre el primer y segundo plato. Aunque, claro, puede ocurrir que te guste más el sorbete que el plato principal, como me ocurre a mí muchas veces. (No consta que a Hemingway le gustara el sorbete, a no ser que fuese sorbete de Whisky)

Y es que escribir cuentos no es nada fácil. La historia que se narra, los términos, las palabras empleadas, absolutamente todo, ha de ser exacto y milimétrico, condensado, pura esencia, sin margen para divagaciones y al servicio de una idea principal, con un tiempo y ritmo limitados.

Empiezo con el prólogo del libro y me parece extraordinario, tanto que miro quien lo ha escrito, y resulta ser nada más y nada menos que Gabriel García Márquez.

Cuenta Gabo en el prólogo que en la primavera del 1957, cuando él era periodista en París, vio a Hemingway pasear por el bulevar Saint Michel. Sin atreverse a pararlo le gritó desde lejos “Maestro” y él se volvió con la mano en alto y en español le contestó “Adioooós amigo”.

Toda la obra de Hemingway—continúa Gabriel García Márquez—demuestra que su aliento era genial, pero de corta duración. Y es comprensible. Una tensión interna como la suya, sometida a un dominio técnico tan severo, es insostenible dentro del ámbito vasto  y azaroso de una novela.

Sus cuentos son precisos, sin adornos. A pesar de su aparente sencillez es necesario hallar el fondo, y entender su complejidad. Como decía Hemingway: “La escritura literaria—como el iceberg—solo tiene validez si está sustentada debajo del agua por los siete octavos de su volumen”

En el cuento “El fin de algo” se produce una de las rupturas más cortas y sin embargo, más tristes que yo haya leído nunca. Nick aprovecha un día de pesca para romper con su novia Marjorie. Ella le pregunta  “¿Qué te pasa de verdad?” Y él sólo le contesta: “Ya no es divertido”. Nick le miraba la espalda. “¿El amor ya no es divertido?”—le dice Marjorie. “No”—dijo Nick. Marjorie se levantó. Nick se quedó sentado con la cabeza entre las manos.

Aunque el cuento no lo dice expresamente, el lector sabe que la ruptura de Nick era planeada, que Marjorie estaba enamorada de él, y él de ella y que todo fue un dejarse llevar por la corriente, un prurito de hombría ante su amigo Bill.
Para volver en otro cuento “El vendaval de tres días con lo siguiente:
Ahora que estaban fuera, la cuestión de Marge no parecía tan trágica. Ni siquiera era muy importante. El viento lo disipaba todo.

En el cuento “Gato bajo la lluvia es según García Márquez donde se aprecia lo más característico de su obra, donde mejor se condensan sus virtudes. Una mujer salva a un gatito que se resguarda bajo una mesa un día de lluvia.  Pero la mujer quiere el gato, porque es lo más parecido que le recuerda y representa a un hogar.

Enlas nieves del Kilimanjaro el protagonista, Harry, está herido en la selva esperando una avioneta para trasladarlo al hospital. Pero la avioneta tarda en llegar y la gangrena hace suponer que el fin está cerca. Harry, en sus últimas horas, reflexiona sobre el tiempo perdido, en todo aquello que vio, y que presenció pero nunca escribió y que ya con su inminente muerte nunca escribirá. Es el cuento más famoso y también el que más me ha impactado, precisamente por todo aquello que no dice, y que el lector intuye.

La naturaleza, el bosque, el whisky con soda, la pesca, la guerra, los toros, Paris, Italia y España, las mujeres y la literatura, el amor y la muerte, y como no, LA AVENTURA, son los temas de sus cuentos. Son los temas de su vida real. Son cuentos realistas, pero sin fantasías. ¿O de tan reales son fantásticos?

En una entrevista que le hizo el periodista George Plimpton enseñó—en contra del concepto romántico de la creación—que la comodidad económica y la buena salud son convenientes para escribir, que una de las dificultades mayores es la de organizar bien las palabras, que es bueno releer lo propios libros cuando cuesta trabajo escribir para recordar que siempre fue difícil , que se puede escribir en cualquier parte siempre que no haya visitas ni teléfono, y que no es cierto que el periodismo acabe con el escritor, sino todo lo contrario.

 Y como termino esta reseña el día siete de Julio.
 ¡VIVA SAN FERMÍN!








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