LA CONJURA

domingo, 26 de agosto de 2018

ORDESA


 DE MANUEL VILAS




Carola me dijo el otro día mientras comíamos con unos amigos que uno pertenece al lugar donde pasaba el verano de niño. Pues precisamente Ordesa es un valle en los Pirineos al que iba a veranear con sus padres el protagonista del libro, es decir, el autor y el narrador Manuel Vilas, que todo personaje es autor.

Ésta es una novela sobre el paso del tiempo en las personas y en las cosas, con sus creencias, que no dejan de ser tiempo. Sobre nuestros padres cuando eran jóvenes y eran nuestros padres jóvenes y fuertes. De su vejez, de la muerte y del recuerdo de ellos. La novela va de esto. De lo que fueron y de cómo los recordamos ahora que ya no están. La novela es nostálgica.

La historia de Ordesa, es la historia del protagonista, y más aún la de todos, la nuestra, la tuya, la mía; así que no puedo evitar emocionarme mientras leo al recordar los familiares que ya no están.

Pueblo en el Valle de Ordesa


Hay quien dice que este libro es un bluff, una estafa con una prosa repetitiva que más bien parece escrito por un niño. Bueno, yo no lo veo así. Yo lo que veo es un recurso poético—en el sentido de Aristóteles y en el sentido del poeta que es todo novelista, dice mi maridito—que marca el ritmo de la narración, con una prosa diferente, bella, reflexiva, y llena de recuerdos.

Son los restos de mi padre y de mi madre muertos, se agarran a mi soledad, se incrustan en mi pelo, sus minúsculas moléculas fantasmales siguen el paseo de mis manos y de mis pies por el cuarto de baño.

Estoy haciendo cualquier cosa y de repente aparece mi padre a través de un olor, una imagen, a través de cualquier objeto. Entonces me da un vuelco el corazón y me siento culpable. Viene a darme la mano como si yo fuese un niño perdido.

Todo se desvanece menos ese misterio, que es el misterio de la voluntad de ser, de la voluntad de que haya otro distinto a mí: en ese misterio se basan la maternidad y la paternidad.

Todo alcohólico llega al momento en que debe elegir entre seguir bebiendo o seguir viviendo. Una especie de elección ortográfica: o te quedas con las bes o con las uves.

No sé adónde van los muebles viejos. Tampoco sé qué habrá sido de los trajes de mi padre. Mi padre amaba sus trajes. Eran la obra de su vida.

El hecho de que jamás pueda volver a hablar con ellos me parece el acontecimiento más espectacular del universo, un hecho incomprensible, del mismo tamaño que el misterio del origen de la vida inteligente. Que se hayan ido me tiene en vela. Todo es irreal o inexacto o escurridizo o vaporoso, desde que se fueron.

¿Cómo no lo pregunté, mientras pude? No lo pregunté mientras pude porque pensé un día de éstos se lo pregunto, como si siempre fueran a estar allí.

Pero no es reproche. La gente es como es, y ya está. Y cuando todos han muerto todo da igual, porque todos los muertos fueron grandes hombres y mujeres; la muerte les dio un significado final digno y afortunado.

Porque en cualquier vida hay un millón de errores que constituyeron la vida misma.

Las fotos de mis padres, tercamente, afirman que estuvieron vivos alguna vez. Ese remoto recuerdo de ellos es más importante que el capitalismo presente, que la generación de riqueza universal.

Que te espere alguien en algún sitio es el único sentido de la vida, y el único éxito.






1 comentario :

  1. Que se hayan ido me tiene en vela. Todo es irreal o inexacto o escurridizo o vaporoso, desde que se fueron.

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