De Juan Eslava Galán
No es un manual de historia al
uso, ni un estudio sesudo, reflexivo, de esos que llaman universitarios que
pretenden ser la única verdad absoluta por lo menos en el departamento, sino una visión general de España desde la Prehistoria hasta Zapatero, fácil de leer y contada con cierta ironía y
abundancia de anécdotas.
Tampoco es una historia contada por los
vencedores.
El autor no persigue justificar ninguna
teoría histórica, ni probar tesis doctoral alguna, pues entiende el sesgo que
uno siempre infringe a sus relatos y el apasionamiento con que inevitablemente
se cuenta la historia, y se conforma con no mentir ni tergiversar a sabiendas,
que ya es suficiente.
La idea principal es ofrecer una historia
concreta sin divagaciones socioeconómicas al lector escéptico, cosa bastante
razonable para todo autor, un lector que duda y se cuestiona la historia tal y
como se ha escrito.
Son quinientas páginas que se pueden leer
de un tirón, si hay tiempo, como he hecho yo en vacaciones (se lee muy
cómodamente y no cuesta mucho trabajo), o tenerlo como manual y elegir el
capítulo que interese o ambas cosas a la vez.
Muy
recomendable leer, por lo que tiene de actual,
la época de los reinos de taifas cuando iban a la gresca los distintos reinos con
sus intrigas, quítate tú que me pongo yo, dobles alianzas y traiciones, según
convenía, entre musulmanes judíos y los Alfonsos (que así convinieron en llamar
los musulmanes a los cristianos en la época en que todos los reyes cristianos tenían
por nombre Alfonso), de modo que el que antes era tu enemigo pasaba al día siguiente a ser tu
aliado. Y viceversa.
Escribo “pseudodemocracia” sin acritud alguna, que conste, sólo en atención a que la rigurosa división entre los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) es imperfecta, a que el sistema de elecciones no refleja realmente la voluntad popular, a que las listas cerradas de los partidos desvirtúan lo que sería una verdadera democracia, a que la Constitución consiente insensatamente la existencia de una persona, el rey, libre de responsabilidad legal ( es decir, por encima de la Ley), y a que el cargo más importante del Estado, la corona, sea hereditario y pase de padres a hijos por un supuesto derecho divino. Si uno lo piensa bien, es de risa.
Termina
el libro recordando lo que dijo muy irónicamente Cánovas del Castillo cuando le
preguntaron la definición de “español” para redactar la Constitución de 1876. “Español es el que no puede ser otra cosa”
Y
seguidamente termina con lo que se dice al final del Quijote: VALE
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