LA CONJURA

viernes, 5 de enero de 2024

El malogrado

 







Un hombre viaja hasta una ciudad austriaca para asistir al entierro de un amigo que se ha suicidado, que se ha suicidado. Durante el viaje recuerda su época de estudiante y la amistad que por entonces le unió a sus otros dos otros compañeros pianistas. A sus otros dos pianistas.


Un texto escrito a partir de las ilusiones perdidas. Ilusiones perdidas que completan el texto. Texto con el título “El malogrado” porque malograr a virtuosos es malograr lo que podía ser un bien social: dos grandes pianistas. Y por la culpa de la existencia de los genios. En este caso son genios del piano.


El estilo Thomas Bernhard es muy original. Un escritor con una prosa deslumbrante pero con muy mala baba. Mala baba para un mundo maligno. Tiene la particularidad de hacerte reír aún cuando esté sumido en una de sus habituales disquisiciones pesimistas y a pesar de sus muchas ráfagas antipáticas y amarga existencia de sus personajes.


Una prosa inusitada, atrayente, dicen, que a modo de una pieza musical, dicen, se repite como si se tratara de un estribillo, dicen. Frases reiterativas y obsesivas. Es como suele decirse… un escritor de culto. Culto, pero con mala follá: un escritor granadino aunque viviera en Torremolinos.


En “El malogrado” Thomas Bernhard reflexiona sobre la imposibilidad del artista cuando se enfrenta a la verdadera genialidad. Creemos entonces que el talento es lo único que importa y no somos capaces de vivir. La verdad no nos deja condiciones para la existencia. Es la vieja rivalidad o envidia maligna de Salieri contra Mozart.


Y ahora ya dicho de otra manera más prosaica, como decía mi amigo “C”: No importa lo bien que sepas hacer algo porque siempre hay alguien que te superará. Te supera no sólo en virtuosismo, sino en originalidad.


Como no he nacido para filósofo, me he convertido, de forma no totalmente inconsciente, tengo que decir, en aforístico, en uno de esos repulsivos participantes en la filosofía, de los que hay a millares, decía, pensé. Con ocurrencias muy pequeñas, aspirar a efectos muy grandes, y engañar a la humanidad, decía, pensé. En el fondo, no soy otra cosa que uno de esos aforísticos que son un peligro público […] Si no bebemos, nos morimos de sed, si no comemos, nos morimos de hambre, de esas sabidurías parten todos esos aforismos, a no ser que sean de Novalis, pero también Novalis dijo muchos disparates. Mirándolo bien, de los mayores proyectos filosóficos no nos queda más que un lamentable regusto aforístico.



A quien no sabe reír no hay que tomarlo en serio.


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