Lector carísimo, desocupado lector, lector suave, yo soy aficionado a leer, aunque sean los papeles rotos de las calles”
El verano es la estación del año preferible para leer “Don Quijote de la Mancha”, afirma el escritor Antonio Muñoz Molina, siendo éste el libro que más ha leído en su vida, el que siempre lo ha acompañado y que más veces ha comprado y regalado.
Es además, el verano, el tiempo interno de la novela. Solo en pleno verano se puede dormir al raso tras la siega y la trilla, o celebrarse las bodas de Camacho con su espectacular banquete al aire libre.
“En las más de mil páginas de Don Quijote siempre es verano y llueve una sola vez.”
Cuenta el escritor de Mágina que en su adolescencia y juventud, leía el Quijote por la mañana al fresco de un corral encalado o por la tarde, en el granero, mientras los mayores dormían la siesta. Tiempo después, ya de universitario, el libro le ayudó a mitigar los presagios de aquél incierto verano en que cambió de carrera universitaria pendiente de recibir o no la beca sin tener claro su futuro ( profesional).
De nuevo la lectura del Quijote, sus anotaciones y puntos de vista de la obra (también el cultivo de un huerto en un pueblo) le ayudan, esta vez, a superar ahora la depresión. Antonio Muñoz Molina sufre en estos momentos de depresión que con la ayuda de su mujer y amigos está superando.
Y aunque Muñoz Molina está enfermo mientras escribe, guarda, sin embargo, esas pinceladas de humor tan cervantinas en el libro que nos ocupa.
Llama al Quijote un artista perfomance: un hombre con cara de loco con una cacerola sobre la cabeza, una especie de lanza, tridente o lo que fuere en la mano, y una armadura vieja y oxidada atada con cintas para que no se le caiga.
Hace tiempo, cuando yo era profesora de alumnos con problemas de integración social, alumnos casi fuera del sistema educativo, (no querían estudiar, por supuesto) una alumna hizo un examen sobre el Quijote para un titulillo que le daban. Dijo de Don Quijote era “un hombre seco, muy seco... que llevaba en la mano un pincho”. Tiempo después volví a ver a esa alumna y se lo recordé. Le hizo mucha gracia y me contó un poco su vida. Había vuelto a estudiar y era enfermera. El Quijote salva, mejora, ayuda más que todos los libros de autoayuda juntos.
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| Arturo Pérez Martínez |
Tiene Antonio Muñoz Molina una visión reveladora de la obra. Ofrece, en muchos capítulos, una perspectiva nueva en la que descubrimos detalles estilísticos del Quijote que antes se nos escaparon.
En el Quijote están retratadas todas las clases sociales y gremios de la época, de lo más alto a lo más bajo, duques, virreyes, canónigos, labradores ricos, jueces, soldados, labradores ricos, molineros, soldados, maleantes, prostitutas, moriscos, galeotes, asesinos, suicidas, cómicos, barberos… cada personaje tiene su plena identidad singular, con su propia voz. Y en cada personaje se sucede la lucidez y el trastorno, la generosidad y la crueldad, la cobardía y el coraje.
Tal y como le ocurre a Don Quijote casi todo el mundo ha tenido alguna vez convicciones que lo han llevado a sostener una idea equivocada e incluso a actuar con insensatez o temeridad en una faceta de la vida mientras que en todas las demás mantiene lo que parece una sólida cordura.
Y como mucha gente, Don Quijote tiene una opinión muy elevada de sí mismo. Su falta de sentido de la realidad no procede de sus excesos literarios sino de su egocentrismo. Hasta llega a pensar que las mujeres se sienten atraídas irresistiblemente por él.
Analiza Muñoz MOlina la influencia que la obra cervantina ejerció sobre escritores como Faulkner, Mann, Twain, Joice y otros muchos. Sthendal descubrió a Don Quijote de niño, a la muerte de su madre. Le hacía morir de risa, dijo, y le ayudó a sobrellevar el luto y la soledad. Freud quiso aprender español para leer el Quijote en el original cervantino. Laurence Sterne escribió en su Tristam Shandy episodios de marcado carácter Cervantino (el párroco montado en un rucio canijo a la manera de Rocinante).
Hay otros, sin embargo, que cargan contra Cervantes. Para Unamuno, por ejemplo, Cervantes no era sino una especie de tonto afortunado que tuvo la suerte de tener la idea del Quijote pero sin merecerlo. O Nabokov, que calificaba la novela como cruel y detestable. ¡Qué sabrá él!
El caso es que El Quijote es una de las más grandes obras de literatura.
Con distintos planos narrativos como en un juego de espejos: el narrador original en árabe de Cide Hamete, el narrador y traductor al castellano que a veces se convierte en otro narrador omnisciente que conecta todas las voces.
Don Quijote de la Mancha es un largo relato de ficción y un tratado crítico y disperso sobre todas las artes de la literatura y todas las formas de contar; y también es un libro cómico que contiene una reflexión profunda sobre la risa y la comedia.


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