LA CONJURA

martes, 24 de julio de 2012

Un episodio vergonzoso

Un episodio vergonzoso.


Fiodor Dostoievski

La Historia de un episodio vergonzoso o lo que es lo mismo:  la Historia de cómo una decisión equivocada puede arruinar la vida de otro. Jo, qué noche, o after hours como diría Martin Scorsese.

Una decisión equivocada a partir de la cual una serie de hechos concatenados precipitan los acontecimientos hacia un desastroso final.

Ivan Ilich Pralinsky, hombre respetable, todavía joven, de familia acomodada, recientemente nombrado Consejero de Estado, tras una cena en la casa de Stepan Nikiforovich Nikiforov, en Petersburgo, celebrando el cumpleaños de éste, se ve obligado a regresar a casa a pie, pues su cochero lo ha dejado en la estacada marchándose sin su consentimiento a otra celebración – las calles en SPb son de kilómetros ya se sabe o, eso al menos me ha dicho mi maridito que ha estado allí, como saben-

Pero Ivan Ilich Pralinsky era un hombre moderno que hacía suyas las nuevas ideas, como el humanitarismo y la flexibilidad para con los subordinados; ideas que gustaba discutir y que buscaba la ocasión para ello, y por lo que se había granjeado la fama de liberal impenitente.

De vuelta a casa descubre el lugar de celebración de la boda de un subordinado suyo. Y a pesar de que no está invitado, decide saltarse las normas de protocolo y entrar y felicitar a los novios, porque sin duda eso es lo que cabe esperar de un hombre tan moderno como él.

Lo que se supone tenía que ser una celebración se convierte en una pesadilla para los novios y familiares, para los invitados y para él mismo; que se ven en un aprieto, incómodos todos ellos, sin saber qué hacer ni qué decir y donde todo es malo y nada es suficiente.

Por supuesto que me sentarán junto al invitado más importante…Les rogaré que no se azaren, que se diviertan, que sigan bailando, diré alguna agudeza, me reiré, en suma, estaré amable y simpático…Ni que decir tiene que, como caballero que soy, les trataré de igual a igual, de ningún modo exigiré atención especial… Pretextaré que tengo asuntos que atender…Le daré un beso afectuoso en la frente, incluso le echaré la bendición…y al día siguiente vuelvo a ser severo.

Y tenía un rostro tan bondadoso, tan sonrosado, tan candoroso, un rostro tan ruso en su redondez, sonreía tan afablemente, se inclinaba con tal sencillez…

Hay que ver lo espléndidas que son estas rusas viejas—pensó Ivan Ilich—Ha logrado animar a todos. Siempre he tenido aprecio por la gente del pueblo.

Genial, es divertidísimo y agudo. Le pongo un 8, 99





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